Adiós, visión que apareciste un día
como una palma al borde del camino,
para dar al cansado peregrino
sombra y frescor mientras la tierra ardía.
Cuando en mi pensamiento atardecía,
tú fuiste un lampo de fulgor divino;
tú en ánfora de amor me diste el vino
que restauró la vida que moría.
Demoledora eterna de quimeras,
la esperanza brutal secó esa palma
do anidaron mis aves pasajeras.
¡Y quedó triste y solo en la partida!
Ilusión, ilusión,tú eres el alma;
juventud, juventud, tú eres la vida.
Leonidas Pallares y Arteta
quiteño; 1859-1932