en un aniversario
Vuelves, oh sol, a señalar mi día
en que viste pasar con raudo vuelo
junto a tu esfera, en dirección al cielo,
al ángel de mi amor y mi alegría;
y a mí me viste en soledad sombría
puesto de hinojos en el duro suelo,
de la muerte implorando su consuelo
y tan sólo alcanzando su agonía.
Desde entonces, oh sol, es noche oscura
a mis ojos tu luz, y de la vida
la triste senda con mi llanto riego.
Amarga, cual la hiel, me es su ventura
y un tormento su gloria fementida;
sólo en mi cruel dolor hallo sosiego.
Francisco J. Salazar Arboleda
quiteño; 1824-1891