La mayor bendición que tiene el hombre
es poder rebotar aunque lo arrojen
al abismo más hondo,
reflotar aunque lo hundan
en lo más insondable de los mares.
Lo digo
aunque todavía
estoy a la mitad
del viaje de regreso.
Pero
siento que estoy volviendo
i eso
de una manera u otra me reanima.
Cayena
Francisco E. Pérez Febres-Cordero
guayaquileño; 1934-2010