Allá en la Primavera de la Vida
nuestras semillas de Amistad sembramos.
Demasiadas, quizá, diseminamos,
pródigos sembradores. Florecida
campiña nos rodeó, reverdecida
en una y otra vez; pero miramos
también, con pena tal que hasta lloramos,
talados árboles, el alma herida.
La amistad, sin embrago, es una rosa
que debemos cuidar continuamente
para que luzca enhiesta y aromosa.
Pocos son mis amigos actualmente,
pero sí estoy seguro de una cosa
lo son sincera, leal y plenamente.
Abril de 1986
Francisco Pérez Febres-Cordero
guayaquileño; 1934 - 2010