Yo, que adquirí desde niño
el vicio de caminarte,
entre vereda y vereda
y entre cada bocacalle
nunca dejo de ir a ti,
y no dejo de encontrarte
palpitando en las aceras
o floreciendo en los parques,
bullendo entre esquinas,
nunca igual, siempre cambiante
y sin embargo la misma.
Guayaquil, al caminarte
descubro entre tu presente
muchos rasgos de tus antes;
a pesar de tu progreso
te empecinas en quedarte:
que la personalidad
no puede borrarse, sin más borrarse.
Yo que también busco en tí
una forma de encontrarme,
me camino en tus aceras
perdido en mis mocedades
cuando era tu empedrado
del ,,pepo y trulo'' la base;
cuando marcaba cien goles
dribleando entre tus estantes;
cuando en mis patines iba
hasta el ,,Centenario'' parque
y luego hasta la Rotonda,
sin que la ruedas se atranquen.
Cuando el sol podía jugar
entre abiertos ventanales
y era grato respirar
en frescor de los zaguanes...
Ahora debo caminar
con cuidado, no porque halle
que ya me pesan los años,
sino porque hay en tus calles
escondidas tantas trampas
cual jamás se vieran antes...
Hoy te debo recorrer
haciendo unas salvedades...
I no he vuelto a ver el sol
amanecer entre ,,aves''
al rosario de la aurora;
ni aperezarse las tardes
entre las ondas del Guayas
por miedo a algún asaltante...
Pero adquirí desde niño el vicio de caminarte
y no lo dejo de hacer:
que así puedo conversarte
despacio, ciudad amada,
ciudad mártir, ciudad madre.
Cuando camino contigo
Guayaquil, vuelvo a encontrarte
aunque nunca te perdí;
y me detengo un instante
en alguna esquina mansa;
y entre tu hoy y mi antes
y tu ayer y mi mañana,
una oración lacerante
se crucifica en el alma
y una lágrima gigante
se anticipa al cruel momento
cuando ya no pueda darte
mi mayor prueba de amor:
caminarte, caminarte...
Agosto de 1987
Francisco Pérez Febres-Cordero
guayaquileño; 1934 - 2010