1
Y a fin de cuentas
(es decir, resumiendo)
¿para qué vine al mundo?
Otro más ser humano renegado,
tratando de tener lo que no puede,
tratando de entregar lo que no tiene,
tratando de entender sin conseguirlo.
Tratando de explicar que mi ignorancia
no es, al fin, culpa mía
sino que así venimos.
¿Para qué este deseo
de indagar los por qué de tantas cosas?
¿Para qué este desangre
del corazón en versos que se olvidan?
¿Para qué un alma pura
si luego entre las curvas del camino
recoge tanto barro y tanto polvo?
2
Nacemos. Un gemido
anuncia nuestro ingreso
ya en inútil protesta subconsciente.
Nacemos al dolor entre dolores.
Somos incertidumbre.
Esperanza. Temor. Ternura. Queja.
Y apenas nos reciben
nos ponen de cabeza y nos sacuden.
Preludio fiel de lo que nos espera.
Ah, pero no nacemos solamente
el día que lo anotan en un libro.
Nacemos cada día
a nuevas experiencias e ignorancias,
a nuevas alegrías y estertores,
a nuevas esperanzas y pesares.
Y al mismo tiempo vamos
muriendo poco a poco.
Eso es nuestra existencia:
una imprecisa cantidad de días
en un intermitente
nacer-morir. Hasta que llega el último.
3
Se vive por etapas. Las primeras
van dejando reservas
en nuestro subconsciente.
Anhelos. Gustos. Traumas. Pequeñeces
que afectan nuestra vida para siempre.
4
Luego, algo como un foco que se prende
en una alcoba obscura en que estuvimos
solamente palpando los objetos.
De pronto comprendemos
centenares de cosas:
lo que implica tener cinco sentidos.
Lo que quiere decir amor. O muerte.
También que una palabra nunca dice
lo mismo para todos:
,,Justicia'' para algunos es ,,lo mío'';
,,caridad'' para otros es ,,limosna'';
,,valentía'' es ,,abuso''...
y así por el estilo.
El que llora la muerte de su perro
lee impasible que trescientos hombres
murieron defendiendo la colina
número tal o cual, inútilmente.
El que gasta doscientos o más sucres
en un fino licor, niega dos reales
a una hambrienta criatura.
Preferimos gastar en esa fiesta
del año nuevo en la que bebemos
hasta ignorar qué mismo celebramos,
mientras cuántas familias ni siquiera
tienen para una magra, seca cena.
Pero nunca nos falta alguna excusa.
Y después, con decir cuánto nos duele
ver tanta gente pobre,
y decirlo bien alto
para que nos escuche todo el mundo,
satisfechos quedamos.
5
La vida es un eterno
caer de tumbo en tumbo hacia la muerte.
Trabaja un hombre honrado
hasta agotar los huesos
y perder el cabello y la esperanza
y ahorra sus centavos en un banco
que lo ,,premia''
con el cuatro por ciento de intereses:
pero si necesita un préstamo
debe pagar el quince y seguir pobre
mientras el prestamista
pasea en un Mercedes
y pasa vacaciones en Europa.
Pero hay algo peor: trabaje, luche,
supérese y después de mil reveses
logre tener dinero y dése gusto;
aquel que fracasó porque no tuvo
tesón, iniciativa, inteligencia,
le gritará oligarca
y lanzará denuestos y guijarros.
6
A pesar de sofismas optimistas
que fueron inventados hace tiempo
somos islas.
Islas nacemos;
pero desde el principio
van nuestros padres construyendo puentes;
nos unen y nos unen
y al principio creemos que es lo justo
y que no somos islas; que los puentes
continentes nos vuelven.
Pero llega el momento que entendemos
que es lo más importante en nuestras vidas
la individualidad
y entonces destruimos
casi todos los puentes
u en los otros ponemos condiciones
para quienes intentan acercarse.
Hay islas escogidas hacia quienes
tendemos puentes sólidos;
pero en el fondo siempre somos islas.
Preferimos ser islas.
7
De tanto que pisamos nuestra sombra
nos va creciendo
cuerpo adentro, hacia arriba;
hace lacios los músculos
crea surcos
sobre y alrededor de nuestros ojos,
empuja los cabellos hacia afuera
y otros los decolora.
La sombra se apodera finalmente
de todo nuestro cuerpo y nos quedamos
dormidos para siempre.
8
Pasó sobre la tierra
otro más ser humano.
Pero antes
de dejarlo tranquilo en una fosa,
hay que cumplir el último espectáculo:
en el centro
del anillo circense
la ,,vedette'': el difunto.
Se congregan en torno rostros-máscaras
que se copian los gestos de tristeza,
contrastando
con la pena sincera de los deudos
(pero en algunos círculos se estila
el gemido estridente; debe oírlo
la vecina de enfrente
que ayer no más grito por su difunto,
para probarle que el de ahora, el nuestro,
vale más y su muerte es más sentida.)
Se congregan, decía:
y se habla del último adulterio,
se critica al amigo
que por suerte está lejos, y se cuenta
los más recientes chistes...
Finalmente el traslado;
la caja en su lugar, el albañil
ganándose unos sucres
(él vive de la muerte).
Más lágrimas y abrazos: las palmadas
mientras más fuertes
indican más aprecio.
Y eso es todo.
Francisco Pérez Febres-Cordero
guayaquileño; 1934 - 2010