pequeño ojo metálico impasible,
prometiendo la calma inaccesible
que en la vida nos huye eternamente.
Tu hipnótica mirada, fríamente
el remedio me ofrece más tangible:
la paz allí en la tumba irreductible,
el descanso absoluto, sin nepente.
Y todo tan sencillo y tan, tan breve:
metal y piel en íntimo contacto;
una presión del dedo, firme y leve;
la explosión y, de súbito, el impacto;
y un cadáver a salvo del aleve
acto este de vivir, absurdo, abstracto.
Julio de 1967
Francisco Pérez Febres-Cordero
guayaquileño; 1934 - 2010
guayaquileño; 1934 - 2010