Muere, enferma de luz, la madrugada.
Y va subiendo sobre el horizonte
el mismo sol que ayer, sobre ese monte,
la virgen vesperal dejó violada.
Ahora le hace el amor a la alborada
(y la marcha nupcial silba un sinsonte);
después, cuando progrese su tramonte,
la luna llena se verá ultrajada.
Un sátiro es el sol, inagotable;
se rompe en mil aristas luminosas
y no hay para él nada inviolable:
se rapta los estrellas ruborosas:
su avidez por la mar es insaciable
y desflora al pasar todas las rosas.
Junio de 1968
Francisco Pérez Febres-Cordero
guayaquileño; 1934 - 2010