Eucaristía

A los sacerdotes  Rogerio Beauger,
José Gómez Izquierdo y Cayetano Tarruell.
A los Hermanos de La Salle
Pablo Armijos (antes Francisco Solano) y
Jean Schmit (antes Pedro)

I

,,Haced esto en memoria mía''
(San Lucas, XXII, 19)

Si yo en la Eucaristía no creyera,
mejor fuera, Señor, no creer en nada.
Con tu presencia en el Altar negada,
inútil la existencia misma fuera.

Si el alma conmoverse no sintiera
cuando recibo la Hostia inmaculada,
ella viera siempre aletargada
y con nada jamás se conmoviera.

En fin, que sin creer yo no sería
sino un irracional que solamente
duerme a la noche, se alimenta al día...

Fuera menos, quizá: sencillamente
cual planta o mineral que nada ansía
ni alienta, espera, fraterniza o siente.


II

,,Tomad, este es mi cuerpo"
(San Marcos, XIV, 22)

Mas, soy imagen de tu Ser divino
y la Verdad tu Libro me ha enseñado.
En él está el Misterio relatado
de tu Cuerpo hecho pan, tu Sangre vino.

Y dudarlo sería desatino
¡yo sé que es Dios quien en mi ser ha entrado
porque siento, después que he comulgado,
que me inunda la Gracia del Rabino!

Mi espíritu se eleva en un momento,
en éxtasis profundo permanece
y sólo Dios ocupa el pensamiento...

¿Cómo dudar que es Cristo quien se ofrece
en el divino y santo sacramento
y es su presencia que nos enaltece?


III

,,Estaré con vosotros hasta
la consumación de los siglos"
(San Mateo, XXVIII, 20)

Por eso en la sagrada Eucaristía
siempre busco al Señor de cielo y tierra,
alló en el Sagrario en que se encierra
para estar disponible noche y día-

¡Es Dios tan asequible! Tanto ansía
que el hombre infiel que mucho pecha y yerra
pueda alzarse otra vez, haciendo guerra
a Luzbel, que incansable lo desvía,

que está en el Tabernáculo esperando
que, una vez el error ya confesado,
se acerque, Gracia celestial buscando...

Y el propósito firme renovado
de seguir en la Fe perseverando,
¡cuántas almas al cielo habrá llegado!


IV

,,Señor, no soy yo digno de que
tú entres en mi casa"
(San Mateo, VIII, 8)

Yo me postro, Señor, humildemente
ante este Altar donde tu Gloria brilla
y el azorado corazón se humilla
ante tu majestad omnipotente.

Yo vengo arrepentido y penitente
y el alma se consterna y maravilla
pues, pese a que el pecado la mancilla,
abres los brazos con bondad, clemente.

Ya tu ministro, allá en el confesionario,
de tu magnánimo perdón me dijo;
y, una prez en los labios, de ofertorio,

los ojos fijos en el Crucifijo,
arrodillado en el comulgatorio
espero el Pan donde se ofrenda el Hijo.


V

,,Bienaventurados aquellos
que sin haberme visto han creído"
(San Juan, XX, 2)

¡Sí, buen Jesús: yo siento tu presencia!
¡Se llenan cuerpo y alma de tu Gracia...!
Y bendigo tu Luz que así me extasia
y agradezco tu amor y tu clemencia.

La transustanciación pugna la ciencia:
la carencia de fe le presta audacia
y te niega con ciega contumacia;
pues no te puede ver, duda tu Esencia.

Pero para adorarte y conocerte
sólo hace falta fe, la fe más alta,
y me has hecho, Señor, en ella fuerte:

¡por eso el alma al comulgar se exalta!
¡Sobran los ojos, Cristo, para verte,
y es tan sólo morir lo que me falta!


VI

,,En verdad te digo, que hoy
estarás conmigo en el paraíso"
(San Lucas, XXIII, 43)

Morir, abandonar esta envoltura
de barro mancillado y deleznable
y llegar a tu planta, Padre amable,
con sólo el alma, ante tus ojos pura.

De tu justicia esperaré la dura
 o la grata sentencia inapelable
que signifique gozo interminable
o eterna pena en infernal tortura.

Si fariseo he sido, renegado,
o si Longinos con su lanza aviesa,
o si Judas, traidor por el pecado,

¡por haberme acercado hasta tu Mesa
haz Lázaro de mí, resucitado,
o Dimas escuchando tu promesa!


Francisco Pérez Febres-Cordero
guayaquileño; 1934 - 2010