Si la vida es dolor, ¿por qué reírnos?
Para bien, dura un punto cada cosa.
Con rapidez se marchitó la rosa
pero quedó la espina, para herirnos.
La dicha existe para zaherirnos.
Nos da una paz brevísima, engañosa,
para luego volver su ponzoñosa
punzada artera el sufrimiento a hundirnos.
Si la bondad tan sólo al mal conduce,
¿por qué con necedad la perseguimos?
Un desengaño toda acción produce.
Tras toda nube, nueva nube vimos;
cada latido, en llanto se traduce.
Si la vida es así, ¿por qué vivimos?
Francisco Pérez Febres-Cordero
guayaquileño; 1934 - 2010