Sinfonía en mí*

A mi esposa

Primer movimiento (andante)

Yo me creí montaña de granito
--eterna magnitud de cordillera--
o peñasco que nunca conmoviera
choque de mas o de huracán el grito;

estrella me creí, del infinito
enraizada a impoluta sementera;
o barco anclado para siempre afuera
de un puerto todo paz, silencio y mito.

Y me creí también nido ya lleno
de sus definitivos ocupantes
--calor y trino y suavidad en pleno--

y me soñé esperando navegante
que luchaban del mar el desenfreno
absortos en mil y una interrogantes.


Segundo movimiento (larghetto)

Y descubrí que mi alma es una antena
receptor de toda queja amarga
y que había una lanza vieja y larga
en mi bohardilla, de mil sueños llena;

y con un quijotismo que da pena
me impuse la difícil, dulce carga
de salir, con mi fe por toda adarga,
en un corcel de estirpe nazarena,

a batalla librar por los caminos
sin recordar al Cid, vil expatriado,
ni a Quijano vencido por molinos,

ni a César a mansalva apuñalado,
ni a Bolívar huyendo a los mezquinas
y ni al mismo Jesús, crucificado.


Tercer movimiento (andante cantabile)

Yo andaba fértil de sonrisa y beso,
el amor reflejado en las pupilas;
y cordero de todas las esquilas,
fue siempre tibio mi vellón espeso.

Yo divagaba de embeleso
entre parábolas de agrestes lilas;
en mis noches más largas y tranquilas
soñaba en terminar mi vida ileso.

Y con pasaporte de esperanzas
para cruzar fronteras de traiciones
ingenuo devoraba lontananzas

lleno de absurdas buenas intenciones...
¡Y al contabilizar mis remembranzas
hoy acuso un desfalco de ilusiones!


Cuarto movimiento final (andante maestoso)

Yo me gradué de especialista en sueños
en la Universidad de la Esperanza
y rendí mis exámenes de erranza
entre fugas de lágrimas y ensueños...

 Y esperé resultados halagüeños
creyendo que bastaba la confianza
de mí mismo... Mas pronto ví mi lanza
destruida, cual todos mis empeños...

El monte trepidó, cayó la estrella;
el peñasco se hundió, tras él la nave
y del nido arrastrado ya no hay huella;

y surge de cenizas, como el Ave,
la Interrogante eterna; y es, ante ella,
vano esfuerzo el de hurgar por una clave.

Francisco Pérez Febres-Cordero
guayaquileño; 1934 - 2010

*El título original está todo en mayúsculas y pertenece a la época en la que las mayúsculas no se tildaban, favoreciendo al juego de palabras.