Aburrido, en la cama recostado
os ojos y el espíritu entreabieros,
recorro con la vista los desiertos
muros grisáceos de mi cuarto helado.
No meditas en nada intento, hastiado;
pero a los ojos de mi mente, abiertos,
del sitio en que descansan nuestros nuestros
llega el retrato triste y desolado.
Algún día estaré allí, largo a largo
entre cuatro paredes más estrechas,
sin un colchón bajo mi cuerpo anciano.
Pero aún de la muerte en el letargo
del tedio volverán las duras flechas
a morderme, a la par de algún gusano.
Syracuse, EE.UU., 1955
Francisco Pérez Febres-Cordero
guayaquileño; 1934 - 2010