Poemas del deseo prohibido

Supongo que en alguna ocasión te ha intrigado
por qué, cuando nos vemos, no te haya saludado:

Pero es que, ¿sabes?, queda mucho que en mí todavía
del inmenso cariño que por ti yo sentía...

y las veces que vuelvo nuevamente a mirarte
¡ah, si supieras cuánto deseo yo abrazarte!

Sí. Quizá no me creas. me alejé de tu lado
pensando que en seguida te habría ya olvidado:

pero ahora reniego sin cesar del momento
cuando mi adiós te dije... ¡Qué tarde me arrepiento!

Y aunque ya han transcurrido casi diez largos meses
¡si vieras cómo sufro cuando te miro a veces!

Y si sólo mirarme me causa tanta pena,
¿te imaginas del duelo que un saludo me llena?

Es por eso que trato de evitar tu mirada
aunque mire de reojo, como quien no hace nada,

Y a veces (el pensarlo ya de celos me llena
por absurdo que sea, puesto que eres ajena),

a veces cuando alcanzo a verte acompañada
de quien, a cual yo lo hice, te llamará su amada,

siento un dolor inmenso y sé que es mi castigo
por no haberte guardado cuando estuve contigo.

Hubiera sido fácil, porque mucho te amaba
y tú me amabas amabas mucho y yo no lo ignoraba;

pero es que muchas veces la dicha no  apreciamos
sino al perderla y luego... ¡cómo nos lamentamos!

Yo sé que te he perdido irremediablemente,
pero eso no es obstáculo para que me lamente.

Así somos, cobardes de la batalla huimos
para llorar más tarde porque inconstantes fuimos.

Quizá comience un día de frente a saludarte
mas no creas por eso que he dejado de amarte,

porque aquí muy adentro llevo el presentimiento
de que seré faltante al nono mandamiento

cuando con tu marido te encuentre y ambicione
ser yo quien te acompañe... ¡que el Señor me perdone!

Y si te encuentro un día de un hijo acompañada
no insinúes lo coja, ni lo bese, ni nada,

porque quizá me cruce, con loco desvarío,
la figurativa idea de que pudo ser mío!

Septiembre de 1959

Francisco Pérez Febres-Cordero
guayaquileño; 1934 - 2010