Evocación nostálgica

Los días pasan como el agua
fugitiva de las fuentes…
¡cuántos se han ido
sin haberlos palpado!

Han pasado tantos años
y sin embargo… cuando miro
las montañas somnolientas
erguirse en actitud de entrega
a las praderas…

Siento en mi pecho esta congoja
lacerante, que roe mi corazón
con el ácido extraído del recuerdo…
del recuerdo ya lejano
de los días de mi infancia;
de esa infancia taciturna
como una nave al garete
que se estrelló contra las rocas
de los años: ¡pensativos y desiertos!;

¡Cual camposanto esperando nuevos cuerpos
para con su virus telúrico
ponerlos putrefactos!

Esos años, ya difuntos,
les doy vida en mi cerebro,
y se proyectan en mi mente
¡como gigantes derribados por pigmeos!

Miro entonces con tristeza
el paisaje solitario…
siento el rictus doloroso
del fantasma de esos tiempos
¡despiadados!
en que mi vida se volcó,
¡cómo vendaval
sobre el camino de mi adolescencia!

Guayaquil, 15 de noviembre de 1962

Miguel Ortega Calderón
guayaquileño; 1943