¡Qué difícil la contienda!
La negra, Carmen Angulo,
de rechupete está;
compadre, José Antonio:
¡allí usted se va a cuadrar!
La perol es recoqueta,
se le quiere regalar…
¡Y un policía como vos,
hacerla marchar podrá!
Cuando el poeta Dionisio
se prestó para el complot,
por unos cuantos denarios
¡ojos y rostro torció!
Cual alcahuete bufón
de aquel loco matricida
que buscando inspiración
¡a toda Roma quemó!
Ese frustado pintor
de eso culpó a los cristianos;
como Gregorio Chonillo:
¡quiso lavarse las manos!
Ese viejo melindroso
que es Arturo, el nono chocho…
buscarles marido, quiere…
a sus hijas: ¡qué pimpollos!
La nena de la hacienda,
madurita… como está:
¡con Pata pluta, o… sin ella,
con Aroca pecará!
¡Ay, Verónica Jordán,
eres hembra de adorar!;
¡Yo con veinte años menos…
también te haría marchar!
Con Valeriano, el músico,
Elena se arrejuntó:
¡era su último chance
de saltar el rubicón!;
De no hacerlo así,
se quedará solterona…
Para a santos, vestir:
¡con sombreros y cotonas!
Serías, mi Gloria, Beltrán…
si en vez de a Arboleda:
dejaras, te apapachara…
el viejo poeta ¡Ortega!
Todos felices, ¡aquí!
en este histórico parque;
y, en la Casa de hacienda:
¡tres hembrotas para un lance!
Agosto de 2010
Miguel Ortega Calderón
guayaquileño; 1943