A.S.L.R.
Todo concurrió a unirnos (…)
desde el instante mismo
que el azar del destino
nos puso frente a frente
en el mismo camino.
Nuestras miradas se enlazaron
aquel momento tierno
cual dos centellas fulgurantes
que en rutas convergentes…
sellaron al unísono, vibrantes,
el voltaje de su pasión
en un pacto silencioso
de eterna comunión.
Tuvo nuestro amor la impetud
violenta de nuestra juventud;
¿recuerdas?, todo me lo diste junto…
¡La herencia de tu entrega es eterna
en mi memoria y, más ahora
que el tiempo y la distancia
sin plazos perentorios, nos separa!
Si hay una razón que atenúe mi dolor
es la certeza plena en mi evocación:
¡Que nada te negué, todo te lo dí!;
No tengo el remordimiento atroz
que roe el alma y punza el corazón
¡cuando em medio de la desolación
queda la convicción de alguna omisión!
¡Mas hoy, como ayer te añoro
con la ilusión temprana
que cobija la fe cada mañana…
y al enterarme ahora
que en los más recóndito
de tus entrañas fructificó
lo que soñábamos y anhelábamos….
¡mi emoción no tiene parangón!;
y concluyó en filosófica aceptación
que nuestro amor fue uno, ¡no dos!:
¡Si lo dudas, si escéptica eres…
en tus brazos tienes la confirmación!
No lo negarás aunque ¡así! lo quieras…
¡En medio del quebranto de tu desolación!;
Aunque reniegues de mí o del destino…
sabrás que fue nuestro sino:
¡Separados siempre por la vida (…)
eternamente unidos por nuestra hija!
Bar Pichincha, donde la Charito; Benalcazar y Chile, esquina;
Quito, 12 de enero de 1974
Miguel Ortega Calderón
guayaquileño; 1943