A don Tito Quinto Cerda Llona

«en vida, en vida», maestro,
como exigia la Rabatte

Su estilo es enjundioso…
con filigranas y adornos
no exento de ese charmé
del siglo decimonono;

ejecuta sus melodías
con inspirada unción:
¡como se toca un tedeum
en presencia de dios!

No golpea a blancas y negras;
las acaricia con ternura
como a la mujer amada
con delicada dulzura
y calidez, a su turno:
en sucesivos arpegios,
con la maestría consumada
de un artífice regio
que ejerce con excelencia litúrgica
los secretos de un oficio taumaturgico
dino de su gran talento;

es don Tito Cerda Llona
artista multifacético:
¡célebre poeta, filósofo,
como diestro y autentico pianista,
compositor, declamador y bajista,
tenor y odontólogo
todo un perfeccionista!
Al comenzar su actuación
se concentra por segundos:
¡treinta o cuarenta!
que se me antojan tremebundos,
¡oh, eterna incertidumbre!

Luego, ora se adorna con la mano izquierda;
ora, la derecha
tiernamente, con gestualidad,
e histriónica aristocracia;
dulce y tierna sonrisa
que, cual perenne albricias,
en su adusta faz se estampa
en expresión de gozo:
u amartelamiento erótico,
semejando un orgasmo.

Melómano, del gran maestro
con su piano en paroxismo;
orgiastica orquestación
de instrumentos y sentidos…
con que las diestras manos del maestro,
¡me han conmovido!

Y los dedos de sus manos,
adornados con anillos
luminosos, cual veletas:
¡giran, giran con gran brillo!

Torbellinos en espirales
imbricados con el ritmo
y armonías musicales
de estroboscopios sismos;

pirotecnia de disparos surrealistas;
dantesca proyección de un Big Bang
minimalista, musical;

melodías y variaciones
de resonancias ignotas…
con que el creativo artista
deslumbra en sus actuaciones.

es infinita la inspiración
de este hombre religioso
que no pertenece a una raza en extinción,
representa a la nueva extirpe creativa,
o especie de escuela exclusiva

del virtuoso lírico,
que viste elegantemente
con el rígido boato,
que lo solemne del acto
impone al oferente…

Con su frac de director,
y camisa de fantasías…
más corbatita de lazo
de antigua hidalguía;

el torso condecorado
cual blasón en campo de azur;
¡cruces y medallas de oro
ornamentan su virtud!

Este maestro con aspecto o pinta de francés
tiene sangre chilena,
así como ecuatoriana, en sus genes,

semeja por su estatura
a un pequeño Quijote:
¡trashumante soñador
retrotrae al presente
la imagen romántica
y noble del caballero andante!

Que, reflexivo ¡ya a la vera del estero!
¡Ya a la vera de la ría!
¡Con pasito menudo y ligero
exultando viva alegría!
Se desplaza por las calles
de su amado Guayaquil;
¡Su malecón y sus muelles!

Y… afirma él que cuando muera
¡no, no quiere que
como al solitario George lo momifiquen!
A cambio, si desea y espera
no lo olviden sus compatriotas
del Ecuador y Chile.

Durán, lunes 25 de junio de 2012

Miguel Ortega Calderón
guayaquileño; 1943