A don Rodolfo Quilantán Arenas
Cuauhtémoc, señor de los océanos;
«embajador y caballero de los
mares»,navegante incansable, por los
meandros abismales del mar-océano!
Con el impulso de tu velamen
henchido, insuflado por el viento;
con toda la energía del barlovento
en cada singlado se relamen:
¡Neptuno u Poseidón! …Por hacerte
«derrotar» a babor o estribor,
y, con tu envergadura, sin temor…
te desplazas «marinera»: al norte
o al sur; como al este u oeste, muy segura
por todo los destinos que señalan
los treinta y dos rumbos que abarcan
la rosa de los vientos, y devoras
con hartazgo, en cada singladura,
astronómicas distancias marítimas
sin que Eóleo, en sus venganzas mínimas…
dejarte Alpairo pueda; pues, generas
desde el vientre de tu estructura
la fuerza motriz, que a falta de viento,
te impele a seguir en movimiento:
¡con desparpajo y bella galanura!
Y en esta circunnavegación
desde Acapulco a Guayaquil,
y, de aquí a Australia, Papeete y Tahití…
pedagógico crucero de instrucción;
al volver a tu raíz: ¡Acapulco!
todo México os dé, en tumulto
¡el título de «embajadores cultos»
de los Estados Unidos de México!
¡Salud tripulantes! ¡Enhorabuena!
«buen viento y buena mar» por las aguas
encrespadas de Balboa. Hijo de Nahua
que las nereidas os guíen ¡risueñas!
Miguel Ortega Calderón
guayaquileño; 1943