Trabajo de cicatero

A Johnny Vargas

Estás jodido, marginal;
sin empleo estás hoy;
si quieres trabajo te lo doy;
pero, también te advierto:
bachiller o profesional…
¡el curriculum… vale un bledo
a la hora de pactar!
El sistema fue diseñado
para explotar a los más
y enriquecer a los menos;
si ustedes los proletarios
se mueren con joda y hambre,
a nosotros los patronos
nos afecta en lo mínimo,
lo máximo que perdemos
es el valor de otro aviso
publicado por los medios
llamando a nuevos giles
necesitados de dinero,
ofreciéndoles trabajo,
Oídme bien: ¡no un empleo!

¿Que cómo es este relajo,
me preguntas Pordiosero?
¡Escucha bien pauperado,
te lo explico sin complejos:
el mundo hoy, globalizado,
ahíto en la demografia
le aplica a pobre grey
la reina de la economía:
«los precios de los bienes y servicios,
los regula el mercado
de la oferta y la demanda»,
¡y hoy, lo que más hay es oferta!
«Sabia y práctica ley»,
que siempre rige el mercado
de los bienes de consumo,
que con esfuerzos cotidianos
nos produce el ser humano.

El trabajo que te compro…
Es producto que me vendes;
bien rústico de tu músculo,
o depurado servicio de tu mente…
¡compréndelo simplemente!
¡Intelectual… o bruto!

Para que mejor lo entiendas,
Ahí te aplico otra ley,
aquella del sabio inglés,
que de teoría paso a leyenda:
¡si estás apto para sobrevivir
y de hambre no quieres sucumbir,
venderás tu trabajo barato…!
¡Si como especies quieres subsistir!

Un trabajo de esclavos,
por unos míseros dólares,
realizaras con dolores;
no para que comas pavo
sino para que medio tragues…
una semana del mes;
las otras tres: ¡petardea,
asalta, roba, chinea,
te nos vuelves meretriz,
o te declaras fakir!

¡Ve, quéjate donde quieras,
menos… al estado sin alma…
Burocratizado cruel.
Él no entiende tu sufrir;
pues todos sus tinglados,
ya te dije, fueron diseñados
para proteger a los ricos;
ilustres financistas;
dueños del dinero pérfido
del mundo capitalista:
¡especulador genocida!
que mata al prójimo de hambre
explotar sin escrúpulo;
chulquero neoliberal,
salvaje sin pizca de conciencia;
a pueblos y hombres con hambre,
silenciosamente lo están matando.
Y, sin piedad rezongan
los empresarios: ¡he allí un esclavo,
ustedes, íngrimos sin recursos,

Nacieron para ser expoliados;
nuestra mejor aliada, ¡la gazuza!
¡los mantendrá amilanados;
resignados, sin resuello…
endeudados hasta el cuello!

Cuando intentan revelarse
contra el magno genocidio,
–tuberculosos o desnutridos–
ya no tendrán ningún ánimo;
sus voces no serán un reclamo
sólo exterior cavernoso;
no podrá ya con machete–
peor, con herrumbroso fusil
para castigar al chatarrero ruin,
que artero, en forma vil,
de la defensa sagrada también
hicieron su botín.

Y:
Aunque el Papa les reclame
a las potencias agiotistas,
o, a sus instituciones prestamistas;
dentro del mismo Vaticano,
con el banco Ambrosiano,
en el resto del mundo
«monseñores» en sus feudos;
compradores de la deuda
–de los países del orbe–
con los intereses impíos
que la misma les produce;
estos felones curas
juran haciéndose cruces
que lo que extraen a sus erarios
lo emplean en pobres destinatarios
para hacer obras pías
como también obras sociales,
reservándose no a pocos drenarios
para redondear sus felonías
¡y te dirán estos falsos guías
que así lo quiere vuestro Dios
desde el Génesis hasta el Apocalipsis!
Por se un Dios excluyente
les ha prometido en el más allá
un mundo o cuelo «de glorias»
y el nuestro por ser capitalisa
salvaje también los tiene aplastados
beneficiándonos siempre.

¡Ignaros! Seres bondadosos
con complejos de culpas
por milenios los han chantajeado,
nuestro Dios y el de ustedes
¡es el mismo collar con otro perro!

Sin ahorros y sin fiambre:
golpeados por ruin cañonazo;
el estómago con hambre
seguirá sangrando el hombre
–desde la cuna a su ocaso–
como premio a su ceguera
que lo paraliza cobarde
e inocente hace alarde…
¡que aspira ver el cielo:
ya sin ojos cuando muera!
Sin tacto y sin cerebro.

Muñequeados por las penas
que las «cúpulas teológicas»
infiltraron su memoria;
con culpas propias y ajenas:
¡esclavizados en la tierra!

Dios, y el cielo, allá arriba;
aquí abajo, los sátrapas:
¡un matrimonio perfecto
con que el clero te desbanca!

¡Rebélate penitente!
¡Acaso no ves, carajo,
que están dadas las condiciones
políticas para cambiar el sistema!

Ellos inventaron el cuento
de dioses y globalizaciones,
artículos de consumo
permanetemente presentes,
como hierro candente,
en la conciencia de ustedes
–hombres del pueblo explotados–
si no se ponen pilas,
¡jamás tendrán opciones!

¡Como dije en verso anterior!
Mientras no hagas respetar
tu presencia de señor,
¿remedo de tu creador?
¡te explotaran siempre;
subsistirás sin opción,
y llorarás como plañidera
cuidando una vida rastrera,
como eunuco sin cojones…!
En vez de morir como hombre:
¡Columbrando las estreIlas!

¡Hombre pauperado del orbe:
convierte el mundo en infierno
de las élites que te atracan!
¡En nombre de un falso Dios
y un falso cuelo de ensueño!
¡aquí está tu infierno!

Durán, sábado 3 de junio de 2000

Miguel Ortega Calderón
guayaquileño; 1943