¡Como Robinson Crusoe, me siento!

Proletario, en afectos…
en este «valle de lágrimas»
dó el homo-sapiensa, adyecto,
con sus ideas peregrinas,
mancillar: ¡siempre pretende
—con sus pezuñas de lobo—
el ampo suelo del Edén,
impoluto, habita
en el alma de cada mujer.
Con este «sino» me siento, aquí,
como Robinson Crusoe
en su isla, de más a tierra:
¡en humanidad, desierta!

Guayaquil, febrero de 2002

Miguel Ortega Calderón
guayaquileño; 1943