A Marcelo
Con una gentileza sospechosa,
el pícaro se empeña en verme
el miércoles… y, al despabilarme,
descubro su amabilidad perversa;
su alegre y pícara sonrisa…
denuncia que desea el pelo tomarme;
pensé entonces, del truhán voy a desquitarme
¡lo veré yo, congelada la risa!
¡Respetémonos! No se llega a viejo
de pendejo… «el gallinazo me gana
en tiña, no en malicia», ¡canejo!
Búrlese de su abuela, tarambana,
antes de intentar hacerme: ¡cangrejo!
¿Cómo le quedó el ojo, mi pana?
Con todo respecto para sus jóvenes
años, este viejo servidor
Miguel Ortega Calderón
¡El que se pica, paga!
guayaquileño; 1943