Epicedio de Katty Herrera Ortega, flor tempranamente cortada del jardín de la vida 2 de febrero de 1977-24 de septiembre de 1995
Su muerte prematura
anunciaba la dama:
¡si le decían que no,
ceñuda se mostraba!
Tenía premoniciones
de su fría y cercana;
constante presencia
rondándole su karma;
y sucedió cierta
aciaga mañana,
¡qué pronto en el camino
su vida terminaba!
Apenas tenías diez
y ocho años, niña amada;
¡tu vida una promesa…
la muerte cascarrabias!
Sin mediar patologías;
en plena flor, muchacha
te arrancó la vida
que aún no disfrutabas.
La parca artera,
de su gracia prendada,
sin pensar en el vacío
que su ausencia dejaba,
le cortó la existencia
cuando iba hacia su casa
de una fiesta y baile
¡qué feliz celebraba!
Volviéronse pesar,
alarido y drama…
¡Las risas que precedían
el fulgor del alba!
Sus padres angustiados
que, con temor la mandan…
¡zas, el presentimiento
con horror confirmaban!
El golpe cruel y rudo
la noticia propaga;
¡y el duelo eterno
en sus vidas ancla!
Sus restos al siguiente
día a la tumba bajan.
¡Era la de mi padre
la que a mí m peleaba
entre manotazos
y risas, unas semanitas
antes, al pedir yo
la posesión a su máma
del documento aquel,
apto para bajar
el heredero caído
al terreno fatal
del decesado anterior
con derecho a pasar:
¡sus huesos en compañía,
con él, al más allá!
Premonición funesta
que, en la tierra acunara,
y en el cielo, San Pedro:
¡un nuevo ángel ganaba!
Y desde entonces
con absoluta calma
solícita vigilia
su querida morada…
¡Y sus sonrisas alegres
en felices cascadas
vierte, cual bendición,
sobre la gente que ama!
En vida, sobrina mía,
Katty te llamabas;
Serafín o querubín
¡desde ahora, colorada,
te diré hasta el fin!
¡Niña desencarnada,
descansa en paz! El cielo
virgen te proclama.
Miguel Ortega Calderón
guayaquileño; 1943