Primer premio del Ismael Pérez Pazmiño de 1994
Por Siloé La cesta de papeles colmada de infinitos me hace sombra en la mesa con sus alas. Escribe que te escribe: la pequeña Lulú contra Cervantes.
Los cantantes
Ni vos ni yo cambiamos nada.
Encubridores vos y yo, cómplices puros.
Recibimos los aplausos vos más que yo;
pero las cosas continúan negras…
mientras los dos viajamos por avión con soltura
que casi imaginamos ser gaviotas.
y hablamos con el tipo de la esquina
de la tenaz miseria.
Nada cambiamos.
Vos cantas. Yo escribo. Los dos cantamos.
Mientras vos cantas violan a un niño.
Mientras yo escribo nacen tantas lágrimas.
Vos y yo cantamos claro.
No les gusta la letra pero cantamos claro.
Papeles asustados
A la niña
doy a rayar estos papeles
para que se entretenga
y deje de soñar mentiras.
Versada la niña en ensuciar paredes
pinta todos los días con tiza sus verdades.
Arreglo sus cabellos con cinta de colores
y le entrego un cuaderno a doble espacio.
–nadie le culpe por las cosas
que su alfabeto canta–.
A la niña no le importa el mundo entero,
se alza de hombros y dice:
«lo rayaré mañana».
Dulcinea
Sin un beso que llevarme a la boca
–¿hay algo más dramático?–
el lápiz se hace carne y habita en el insomnio.
Llama llama a la llama.
discierne la presencia del mar en los rincones.
Lápiz espuma: revienta, salta.
Ruedan olas y luciérnagas por la tierra convertida
en una gota de agua.
Lápiz prismático conque observó El Principito
las galaxias
y Dulcinea escribió
largas cartas al Toboso de sus lágrimas.
También El Lago de los Cisnes –un rubio marinero–
dejó su cargamento en mis pestañas.
Lápiz,
coñac desesperado
tu dura madera me hace creer en barcos.
Talleristas vs. Poesía
Conspiran contra ti en sus talleres
los talladores,
becqueriana discordia de un mal alucinado,
filigrana que de la nada llegas
a consolar al triste,
a compartir tu pan con el cansado.
Jamás a tus balcones irán las golondrinas.
Partió Dávila Andrade con su fakir a cuestas.
Un refugio de espumas te socavó Alfonsina.
Nunca más Nazin Hikmet, Darío ni Machado.
Las Rubaiatas, Khayyam se las bebió de un vuelo.
Poesía:
retumbo sin final. Dios en pedazos.
A mis dedos en flor lanza Vallejo
la suerte de sus dados.
Rueda de fuego
Signos y signos
que otros significan,
codifican,
descodifican.
Ni lo que captas tú
ellos lo captan,
descifran vendavales
por arritmias.
Te suman un tifón al aguacero.
Y sólo se trataba que hacía mucho frío
y habías olvidado cerrar bien la ventana.
Envio una Cometa al infinito
Sube a mi corazón la mesa
y me siento a jugar con las palabras:
ajedrez sin alfiles, jeroglífico,
manera de aguantarme.
Voy a enviar una cometa al infinito
con un piola larguísima de lágrimas;
las lágrimas se llaman Luz, Manuela,
luces de madrugadas filo amargo.
Las amargas mujeres son aquellas
que se tiñen de azúcar las entrañas.
Miel sus sentidos, sangre suya sangre.
¿Ves…?
Jugar a las palabras resulta divertido.
Y ni pierdes ni ganas.
Frente a frente con la antigravedad
Vuela a pescar estrellas alondra ionizada.
La altanoche ha crecido el colmo de los colmos.
Por la atroz escotilla lo que provoca es irse
sacándoles la lengua sin fe a los tiburones.
¿Qué tiene que ver contigo la embraguetada sombra
que erecta te persigue como un hombre…?
Jamás han de alcanzarte sus espermatozoides
si aproximas tus cantos al vuelo de los dioses.
Deja que la basura siga con la basura,
aunque la pobre crea que es blanca mariposa;
ya la verás perdida bajo sus negras llamas.
No llores ni sonrías por su lejano humo.
Vete a pescar en aguas de astros derruidos,
quizás cojas la imagen de los seres futuros.
y cuéntales la historia, tal cual, la verdadera:
cuando la noche se hizo el colmo de los colmos.
La lista interminable
Filtro. Molino. Escaparate.
Tizne. Jabón. Mercado.
La lista sin sabor tarde y mañana.
Ají mi corazón rojo de rabia,
el perejil un río. Uva la sangre.
Sin embargo no me hicieron las chispas
ni sus locos fusiles engrasados.
«Prepárame un café». ¿Cómo se escribe ionosfera…?
¿Dónde quedan en China las Murallas…?
Nadie se preocupó por mis aldabas,
sólo yo en la cocina para sentirme viva
al revés de los platos me anotaba.
Entre dos aguas lluvias
La lluvia me busca como loca
y yo escondida detrás de este verano.
Los cabellos tan largos de la lluvia
si me encuentran me enredan.
Me busca
para darme el informe de las aguas,
releerme hasta la última sílaba
fragmentos olvidados;
entre sus aspas convertirme en harina
ahora que soy trigo amargo pero entero:
de mí comen los pájaros.
por eso hay tanto canto sabor a crisantemo.
Que la lluvia no me encuentre nunca.
¡Este verano para siempre sea!
El fuego no devora las estrellas
Bajo el vestido vaporoso
el pavoroso incendio
Holocausto de Holocaustos. Fiebre interna.
Pedazo de sol en la canasta. Alta matea.
Van a partirse el cráneo por descubrir quién eres.
No lo digas ni al viento.
Si se entera la tarde habrá un enredo de hojas
por las calles del puerto.
Caballo de bronca
Fruslería tras fruslería.
Albarda sobre albarda.
Razón de la sinrazón.
Vida sin vida.
La estrella en el cordel como una sábana.
Todo al revés
incluso el desatino.
El vidrio y su delirio por los vasos,
el mantel enamorado de la silla,
la sombra entre los dientes como carne.
Ya ni redondo el pan,
sucia la hogaza.
Hitler el dolor. Nerón el sueño.
Atila la esperanza. Sade mi verso.
Alarde
La señora alardea:
«he pasado una tarde linda»:
he gozado escuchándole.
aprendiendo,
no sólo lo que dice sino cómo lo dice.
En la antesala de la tarde estuve
sin señor,
sin señora.
Rasputín y sus cartas con besos
que nunca me llegaron.
Magnífico deleite sobre la mesa, nadie:
a veces alguien llega y no asoma la llave.
Sin orejas las tazas, su café sin azúcar,
bebiendo señoritas de negro sus memorias.
Es un secreto a voces la fetidez del viento
en la boca sin dientes del planetoide.
La señora alardea:
«he pasado una tarde linda,
sin pensar».
Negro de humo hecho canción
Dadme un lápiz
no sólo indiferencia:
yo os volveré canciones simples como las del agua.
Edith Piaf inundará las calles,
la trompeta de Amstrong los caminos.
Miel la voz de Sinatra.
¡Dadme un lápiz!
Chorreará la música que hierve en mis sentidos,
saldrá la vida a derribar la noche con su traje de jazz.
Despertará el negro Robinson
del que heredé esta tinta.
Negro lindo que me libra y me salva,
me describe y me limpia.
¡Dadme un lápiz no sólo indiferencia!
Mi búnker
De acuerdo: resignada.
Reconozco mi digna indignidad. No me rebelo.
Toco el agua con los dedos a ver si está mojada.
Recorro los visillos antes de abrir mi alma.
Ciega, sorda, muda;
hago un nudo y me muerdo lo anudado.
Juro
sobre este mundo que se extingue
que yo no me extinguiré.
En el siglo veintiuno seré costurera de ropa de niños,
mamá de huérfanos.
horno de amor y de ternura para mí misma:
nadie me volverá a pegar con la tristeza.
Por eso si me caen a gritos ya no grito,
si me llueven las balas me abalanzo
hacia el búnker macizo de mis versos.
Alazán disfrazado en la gruta
La noche mestiza de bruces en la sábana
la sábana de bruces en la noche:
quiso quedarse en la sombra hendida
andar sobre la sed para volver a hundirse,
partir sobre la piel en pedazos el pan
y lanzarlo a la nieve
donde desde hace días el amor duerme en paz.
Porque la hiel del adiós es la miel de regreso,
porque la hiel del regreso es miel en el adiós.
Y todas estas cosas sólo yo las entiendo.
Otro poco la noche. Y todo, quizás, Dios.
La heredera
El fuego se fue en el río
y el río se secó.
Con qué nos taparemos carne mía.
¡Aunque sea una hoja que nos lanzara Dios!
La casa es un fiera de ojos amarillos,
danza sobre la cama con sus patas,
feroz,
cuelga como lámpara la herida lila.
Jamás en mis dominios quiso salir el sol.
Porque soy la heredera de la nieve y el frío,
aprendí a hacer hogueras,
frotando mi corazón contra las piedras.
Cantó una golondrina en las noticias
Las nubes están cansadas de ser nubes,
quisieran ser lavanderas, fresca hierba,
señoritas profesoras,
esculturas de Botero.
Se cree que los cantantes no se cansan
de cantar y cantar los mismos temas,
y las amas de casa no se aburren
de la televisión y el costurero.
Todo cansa.
Por eso las nubes están cansadas de ser nubes
lejanamente inciertas.
Prefieren ser pulseras de colores,
señoras gordas
adictas a la miel y a las turquesas.
Retraso en blanco y negro
Temblando como la gelatina
me escondo dentro de mí misma,
como de niña bajo la cama;
llegaban los ladrones, los jíbaros, los brujos:
aquellos que cortaban los dedos a los niños
y se comían crudos…
Me miro en el espejo de cinco años
Hola le digo ya estoy al otro lado;
sin embargo sigue el miedo a los ladrones
que enteros se comen los corazones.
La sonrisa de ahora es puro cuento,
aparente el nombre que me alarga.
Sólo el ansia de entonces no me deja
ni está ya mi escondite bajo la cama.
Clip mariposa número uno
Una más del montón.
Me gusta el queso.
No sé si la cartera va conmigo
o me lleva rastras la cartera.
Si el collar cuelga de mí
o yo del collar me cuelgo.
Con mi fama de inventora
la multiplicidad de los martillos
y la facilidad de los clavos me entretengo.
Vas a salir del montón cuando mueras
una calle me dijo;
desde entonces
nunca más por esa calle vuelvo.
Plomo de sed
El Comunicador lanza sus redes
y me salpica el mar en plena cara.
–¿Por qué tanta sal en sus poemas…?
–Las olas revientan en sus páginas.
El rumor de la infancia regresa
como sed salvada de las aguas,
balsa que a lo lejos se hunde y no se hunde.
Metáforas de luz los alcatraces
sobre el papel mojado del océano.
No sé que odié más a mi padre o al mar.
No sé qué amé más entre el mar y mi padre.
El Comunicador Social insiste:
–¿Por qué tanto mar en sus poemas…?
y es tan intensa la sal que su pregunta
se volvió estatua
y mi respuesta estrella.
Nuevo informe radial
Me sube a la montaña y me grita:
«La poesía te dará su gloria
cuando olvides al mar y te lances
a los campos elíseos de la Historia.
Te nombrarán Embajadora
si describes el hijo de las grandes potencias,
la conquista del cosmos.
La guerra es un mal necesario para la paz de la tierra,
narra las grandes hazañas de los héroes modernos.
Filosofía. Expándete. Libérate».
y en ese instante la radio informa:
«Doscientos cuerpos horriblemente mutilados
son encontrados después de quince años
bajo una playa…»
Hermoso campesino
El Sol, hermoso campesino,
no sabe hablar pero sonríe
y desintegra los iceberg helados.
Pantalones de dril, camisa a cuadros,
zapatos amarrados con flores y pencas,
la alegría, como llavero, da vueltas
en sus manos.
El sol está a la moda
sus cabellos sujeta a las espaldas.
La Ciudad le observa de lejos
y se enamora de él como una tonta.
Le declara su amor con las campanas,
quisiera comerle a versos.
le nombra Gobernador de la mañana.
No importa que diga «haiga».
Con tal que el sol le acaricie
la Ciudad rompe a gritar:
«¡Que haiga sol… que haiga sol»!
Estrella de mil puntas
No piense gavilán que Siloé está triste,
ni lo imagine usted señora garza,
menos encantadora señorita virgen y madre luna,
nave, antiguo documento, pergamino enrollado,
trozo perfecto sobre el papel de la negrura.
El maderamen del infinito
flota alrededor de usted como una balsa,
guarda gasas transparentes
por acaso le lastime una palabra.
Así vive usted, libre de preocupaciones,
rodeada de solícitos cuidados.
Y yo no estoy alegre pero tampoco triste.
En el fondo del mar tengo recursos.
La materia invisible de los sueños
Ni el rayo, ni la rosa, ni la roca,
ni la rata, ni el radar, ni el remo
detuvieron el rodar de su camino…
sus ansias de volar.
No se detuvo en seco a preguntar por qué crujen las ramas.
Por qué es así la vida…
Las ramas son las ramas y la vida es la vida.
Por referencias conoció la ternura.
en revistas prestadas conoció una Ciudad.
¡Cómo serán los hombres en Ganímedes!
Y si en la tierra existen,
¿dónde están…?
Bajo la carpa de la nube
Con el agua de la lluvia no se juega,
las tijeras de la lluvia pueden cortar los ojos del curioso,
a la lluvia no se puede imitarle en sus tormentas.
Hay quien cree llover y no ha llegado nunca
ni a la nube primera.
Llover es otra cosa y no como lo pintan.
Llover es tocar fondo
ni frío ni calor, sólo el diluvio
y muy lejos el Arca.
Submarinos la noche y la ventana.
Y llueves sin parar y llueves tinta
¡y nunca más escampas!
Mi memoria te sigue navegando
El cadáver del sol en la altanoche del ya no ser,
en el espacio las estrellas fueron indomables
igual que la azul materia de mi canto.
Divagan sin noche ni día
lejos ya de las meditaciones y de los siglos,
del mar que existió alguna vez.
Mar:
sangre negra de las constelaciones,
nebulosa coagulada, también tú has vencido:
mi memoria te sigue navegando.
El cadáver del sol y mi memoria
¡y el mar convertido en sal sin resplandores!
Ventanas en la ventana
Rechazo ofertas, hoy sobran las demandas.
Días difíciles, cierran las fábricas.
Solamente la industria de la infamia
no se dobla
ni revienta.
Hay mujeres brillantes que hilan fino
y otras mujeres tontas
que permutan
luceros por barrancos.
Llega a su fin la clausura.
Los tiempos cambian.
Las mujeres tontas terminan
dirigiendo las fábricas.
Coplas de mis copias
Se entiende que las quiero:
les di el calcio de mis dientes,
la sombra de mis párpados.
el brillo de mis huesos.
América no estuvo preparada –ni yo–
cuando los navíos de ojos azules
nos invadieron.
América y yo tranquilas, enmulladas
parimos espejos
sobre la piel dorada y dulce de la canela.
Después…
quedamos rezagadas, insalubres, perplejas.
No les culpo
su aversión a las letras;
son culpables los títulos de nuestra biblioteca:
«Stallone y Marilyn»,
«La Mujer del Bucanero»,
persisten los Conquistadores
con sus rojos bonetes.
Copias de mis Copias les escribo
porque me arde la lengua,
me queman los ojos,
me pican los dedos
y es un incendio sin fin mi cabeza.
América y yo les abrazamos
con un abrazo total de cordilleras.
Ana María Iza
quiteña; 1942 -