Balada

1965 - Vicente Muñoz Elizalde, segundo lugar del Ismael Pérez Pazmiño

1

Rotas la ceja de oro
y la trenza de plata,
quemado el labio fino,
la muñeca cortada,
de sus venas celestes
sale una vid dorada,
de sus pupilas verdes
vuelan dulces torcazas.

La miel estremecida,
la fontana abrasada,
el guijarro en el cielo,
el rayo bajo el ala,
es el hijo del hombre
y en su lengua quemada
puso el hombre su hierro,
su cuchillo y su estaca.

Aquél que está sediento
pese a ser toda el agua,
aquél que de hambre sufre
siendo el pan y la vianda,
el que cruza la sombra
siendo su mano el alba,
el que precisa amor
siendo el amor y el ara,
está preso en el leño,
está en silencio el arpa,
la luz cual ave ciega
choca en la piedra amarga.

2

Como todos los hombres
que sufren, se llamaba:
López, Quiñónez, Cuesta,
nombres con que se llaman
los que rompen la piedra
y los bosques arrasan,
los que abonan la tierra
con sus manos sagradas.

Era sencillo y pobre
el que iniciaba el alba,
el que regía los soles,
el que al partir lloraba
los dolores ajenos
las ajenas ansias.

Lo llamaban el Cristo,
pero yo lo llamaba
Juan Dolor, Pedro Llanto,
Gil Tristeza, Luis Lágrima.
En todos los oficios
humildes trabajaba:
cinchador de toneles,
vendedor de barajas,
labriego de las ferias,
carpintero de barcas.
Vivía las profesiones
en las que sufre y calla
el hombre de los pueblos,
en las que muere y calla.

Él en Francia era Pierre
y Giovanni en Italia,
en América, John,
Ludwig en Alemania,
Arthur, Domingo, Paul,
Stephan. Caminaba
por todos los senderos
con su rota sandalia.
Lloraba su ojo izquierdo
en la estepa quemada
y era su ojo derecho
lágrima sobre el África.

3

Yo te amé en otras vidas,
fui tu hermano y amigo,
lloré cuando te alzaron
al madero asesino,
te busqué en Hiroshima
entre violentos vidrios,
entre agujas de fuego,
sepultado y perdido,
te llamé en Nagasaki
con el nombre de un niño,
con las señas de un viejo,
rey de los desvalidos,
y no eras como hoy eres
Cristo Jesús, el Cristo,
sino Juan el quemado,
sino Luis el mordido,
sino Pedro sin ojos,
Ezequiel sin destino,
buscado el padre ajeno,
perdido, el hijo mío,
entre aletas de fuego
entre hierros torcidos,
pieles sin mano y dientes
de sus bocas perdidos.

Cristo no. Te llamabas
Nakawa, Fiyusimo
y eras pastor y obrero,
soldado y campesino
hijo del hombre, quiero
decir como yo mismo.

 

4

Tú no eras Emmanuel
sino el pueblo judío,
el de la dura erranza,
sin agua, peregrino,
lámpara sin aceite,
soledad sin asilo.
Eras Jacob, y el ángel
no podía contigo.
Eras Moisés, tu paso
roturaba el camino
con sal y llanto de hombre
hacia la paz del trigo,
hacia el beso del pan
y los ángeles de hilo.

Sin embargo, en Oswiecim
fuiste de nuevo Cristo,
en Dachau te quemaron
hombres desconocidos,
te arrancaron los ojos
oxidados cuchillos.

No, no eras Emmanuel
sino el pueblo judío.

5

Sólo el clavo de fuego,
sólo la zarza en llamas,
hecho trizas el paño,
vuelta lágrima el agua,
el panal de sus labios
es una flor tronchada,
la abeja de sus ojos
no puede abrir el alba.
Muerto el hijo del hombre
para la luz que pasa,
para el color que muere,
para el ave sin alas.

Rotas la ceja de oro
y la trenza de plata.

Vicente Muñoz Elizalde
1937-1964?