Primer premio del Isamel Pérez Pazmiño de 1970
Itinerante entre los muertos
Yo soy el invitado que aguardábais antes de ser ceniza» –Gonzalo Rojas
1
Los perdidos hijos de Dios
Yo estoy seguro de algunas veces
haberlo visto todo con una claridad extraordinaria
de haberlo sabido todo
con la simplicidad de quien contempla el río o la montaña.
Yo estoy seguro de mi identidad
bajo este contradictorio barro de estulticia y problemas
seguro de ser uno de los numerosos hijos de Dios
perdidos entre los hombres no sé por qué castigo
olvidada la clave que haría saltar la luz
para instaurar el día en la noche del rebaño
olvidada la clave que fortuitamente
juega a poner en nuestra frente el resplandor
la corona de espinas de los elegidos.
2
Contemplación divina a través del espejo
El día en que los espejos reclamaron su alma
el hombre supo que verdaderamente una puerta se abrió
para librarse de su imagen
sin que las complicaciones del objeto lo detuvieran.
Y como también las cosas perdieron su peso muerto
hubo una real solidaridad
entre el hombre y su pura circunstancia.
Si digo que atravesé esa puerta
que atisbé por detrás
que contemplé mi monigote
eran la misma cosa
pero que en el juego de la eternidad éramos aún un vivo instante
pensaríais que participé de un sueño
y no me creeríais
que luché por morir
de la divinidad
por despertar
por volver tras la puerta del espejo
y arrastrar su pobre alma recobrada al antiguo castigo.
De un salto penetré en mi monigote
hasta la frente me hundí en el corazón y gozoso de sangre
como un pequeño animal carnicero
porque estamos hechos para alimentarnos de nosotros mismos
y los espejos son amuletos
de una vacía eternidad sin apetitos.
Celebremos los dioses
puesto que no podemos envidiarlos.
3
Cabeza de rumiante
Soy lento para comprender las cosas
Y ni siquiera puedo decir:
«pero lo que entra en mi cabeza no sale».
Mentiría, sólo me queda el polvo de su ausencia
su sabor y al mismo tiempo su ceniza
a veces párrafos increíblemente lúcidos
en realidad mejorados conforme a mis inteligibles deseos,
a veces como un sombrero de mago
saco de mi cabeza
pájaros
flores
encantamientos
no la belleza de la mujer, no
esa lámpara alumbra desde afuera
su aceite es el precioso don que la recorre.
Pero la mayor parte soy terriblemente discreto.
Duermo, no sueño.
Hasta sospecho que mi pensamiento
se ha olvidado en un invierno largo.
pero mi fe subsiste. Todavía
pienso que toda cosa puede ser la aventura.
4
Desventuras de la transparencia
El día en que los hombres fueran transparentes
e imposible disimular
tras el cristal del pecho muy pocas veces
encontraríamos rosas
sino una fauna repugnante.
Aprenderíamos a convivir así
Igual que si una capacidad de visión microscópica
nos revelara virus y microbios
en la piel
y en el aire.
La virtualidad del divino soplo nos permitiría
sin embargo
ver detrás de los árboles el bosque
(Sobre la existencia de la belleza
no podré transigir jamás)
Prefiero a todo ello mis diarios ojos
que me hacen saborear el color
mi indelicado tacto que me depara el gozo
de percibir la suavidad de una piel
mi complaciente oído que separa
la música del ruido
mi animoso olfato que reivindica el jazmín en la basura
mi limitado ser
mi opacidad
mi peso
mi corazón que debe acorazarse
proteger su fragilidad
cuya secreta condición es
mi vida.
5
Pero la felicidad es fácil
Perdí para siempre la cercanía de tu piel
la mansedumbre de tu piel para mis manos que querían
llenarse de ti más que mi corazón
perdí definitivamente el viaje por el perfil de tu rostro
demorado en tu boca como un prodigio
perdí el rito y la religiosidad de la caricia.
Perder no agrega nada: no debería ser significativo.
La omisión solamente del tiempo predispuesto
el vacío a llenar nuevos aconteceres.
Es sin embargo tan penoso.
La felicidad perdida avienta, sombras malas
donde todo el contorno debía, ser radiante.
Este ha sido un castigo que no preví.
Uno espera siempre encontrar dones
cosas que se le den
libre el corazón de antiguas preciadas pertenencias
dejadas con cansancio casi con alegría.
Y era sólo dolor la irreversible pérdida
el paso que no puede volverse atrás
lo que se tuvo y era el don y no sabíamos
la ya jamás degustada dulzura
su nostalgia
su carencia infinita.
6
No hemos aprendido a ser felices
Me acuso en nombre de todos
de resumir la belleza en las pérdidas
en el dolor
de pensar que sólo morir incontables veces
valdría la vida.
Me acuso de querer significar
de querer explotar como una granada
en el corazón de los otros
y morir en el eco de esas explosiones.
Porque no sabemos contentarnos
con ser hijos del orden y no de los titanes
y nuestro amor tiende a la destrucción
como el descubrimiento de
para que nuestros después no sufran
pero no renunciamos a la belleza
de los instantáneos padecimientos
a la posible dicha de morir como algo vagamente esperado.
No es verdad que querramos ser
felices
como peces en un cardumen
como una bandada de altos pájaros volando al sur
La idea de la felicidad es egoísta
pero la felicidad no es así.
7
Aprendizaje de bien morir
Cuando me suena el alma
como un solo de saxo lento y triste
y hago mi aprendizaje de bien morir
soportando el dolor de la certeza de los no regresos
la crueldad de la iluminación
fatal amante que se venga de los que la poseen,
así y todo
quiero estar habitado por mi música
plenamente consciente de su pulsación
del irreversible deterioro del tiempo,
hasta que vuele el ángel desatento
y despierte a la vida de las cosas
y las programaciones
en las que malmuero
8
El dorado otoño
¿Por qué la idea de la felicidad
nos cae a la cabeza con la belleza, triste
de la música
nos trae ante los ojos como un paisaje irreal
el dorado de otoños imaginados?
¿Consiste en eso el dejar de ser joven:
ponerse lento
y triste?
No llegaremos a la muerte añorando las horas vividas
como un séquito de plañideras,
llegaremos con la tranquilidad
y el desinterés
de quien pagó su viaje.
9
Itinerante entre los muertos
Del tiempo que caminé por entre los vivos
queda en la raíz de mis ojos el esplendor
el sonido de las ramas del amor
en una fría y pura estación
la memoria del extasiable olor, la niebla de su música.
El país de los muertos es un breve país que no descubren
los corazones jóvenes
pero que está dentro del día
como una leve sombra por la que se deslizan
nuestros pasos sin eco, nuestras acciones sin acontecer.
Hasta que la nostalgia del ayer nos derrumbe, no la muerte
la fuerza de la vida presente en derredor
de nuestra falsa vida.
10
Si pudiéramos dar una forma solamente
Esta pura conciencia de la fugacidad
cayendo a nebulosa de ceniza
en el gran tiempo su incandescencia leve,
estas lavas de fuego y destrucciones
donde sólo el basalto testifica
y la piedra lustral del sacrificio.
¿Dónde está nuestra huella?
¿nuestra señal de dioses en la tierra?
¿la clave de esplendor y poderío?
Si fuéramos capaces, ah!, de dar una forma solamente
forma que perpetúe nuestro espíritu
(nada que nos recuerde de otro modo
y coagule presencias destruidas)
estaríamos a salvo, reintegrados
en el ser infinito,
perdidos
e inmortales.
11
Regreso hacia la noche
Por erosiones lentas
del largo apartamento con el dolor
disfrazado de cosas qué hacer todos los días
se me fue desgastando el corazón
la roca del pensar se me hizo arena,
vuelve a reinar viento
donde tuvo el amor verdes viñedos
vuelve la isla al dominio del presuntivo olvido
se reintegra mi yo
al Total Abandono.
Carlos Eduardo Jaramillo
lojano; 1932 -