Población de atardeceres

1964 - María Antonieta Humeres, primer premio del Ismael Pérez Pazmiño

Nocturno

El día muere en sudarios que cien amapolas tejen;
en lucha sin fuerzas contra la añoranza
revivo esta tarde mil atardeceres.

Gusanos de luces de pupila tenue,
lanzan las estrellas su viejo mensaje;
una canción nace.
Guitarras azules, surgidas del viento,
las hojas confunden mi acento
y te llaman.

No vengas. No turba mi sueño el pasado.
La noche, llorando su sombra en las ramas,
traspasó mi alforja y la dejó vacía.
No tengo recuerdos, tan sólo esperanzas.

No vengas, no vengas. Mi voz no ha llamado.
La noche y la angustia tal vez son las mismas
pero yo he cambiado.

 

Un canto sencillo

¡Déjame libre el corazón, bien mío!
Quisiera sentirme en esta primavera
libre como el ave
y alcanzar el cielo con el pecho lleno
de ansias jugueteantes.

Si miro hacia el lago,
espejo tranquilo,
presiento tus ojos bajo el agua quieta,
buscando los míos.

Al llegar la brisa, con su aliento tibio
me trae tus besos
y al entrar al río,
son tus manos suaves vestidos de espuma
que juegan conmigo.

¡Déjame volar!
¡Déjame volar, bien mío!

Hoy me has dejado sola
y he volado hacia el viento
con mis alas de ave,
el corazón vacío.

Y era aire la brisa que besó mi rostro
y el lago era ciego y era ajeno el río.
¡No quiero volar libre!
¡Átame al amor, bien mío!

 

Porque me llamo mujer

Para aplacar tu sed haré mi sangre vino
y mi silencio verso
para servir de antorcha a tu esperanza.
Si se cansó tu cuerpo soy silencio.

Si tienes sed de amor
abro mi pecho al sol para ser fuego
y para encenderte el pecho me hago llama.

Si me quieres liviana soy espuma;
si me quieres alta soy montaña.

Y porque soy mujer soy fuego y vino
y soy silencio y verso
y soy montaña.

Y porque soy mujer soy todo y nada.

 

Círculos

Guijarros que caen sobre el agua quieta
de mis pensamientos,
dejan tus palabras círculos cocéntricos.

Con sus brazos largos, curvados, que crecen,
alcanzan un fondo por años dormido
y las viejas liras,
tanto tiempo mudas,
sienten la caricia de sus dedos finos.

Huracanes nuevos que vuelven las hojas
del recuerdo antiguo,
quiebran los guijarros superficies lisas
del sentir dormido,
y los viejos fuegos de mi sino arcaico
renacen al toque del abrazo sabio.

Huyen las palabras, ondas fugitivas,
hacia el infinito;
calladas las liras, se aquieta el sentido,
los fuegos se apagan
y en el fondo, liso del vivir tranquilo,
bajo el agua inmóvil,
no ha quedado nada.

 

Ayer y hoy

Aquí llega otro día y ya no soy la misma
que fui ayer, o hace un año.
Ayer y hoy, mañana,
fugaz y eterno cambio.

Las horas que se alejan o éstas, que me alcanzan
con paso inexorable, me ven dejando marcas;
y ya no soy la misma.

Ayer tenía abiertas, quemándome en el pecho,
tristezas desgarradas;
ahora, un dolor nuevo,
que si decir el verso da dolor, más duele
sentirlo arder, adentro.

Y aquí llega otro día y ya no soy la misma
que fuera hace un momento;
ayer llevé la angustia cerrando mi garganta,
ahora llevo un verso.

 

Poema sin nombre

Se dice y desdice tu amor inconstante.
Un día tu sangre destila impaciencia,
tus ojos me buscan, tu paso se aleja.

Se dice y desdice tu amor inconstante.
Te ofrecen mis brazos sus rosas turgentes
y luego, en la ruta del beso distante,
tus labios se pierden.

Se dice y desdice tu amor inconstante.
Me encuentras, me besas y desencuentras;
y yo, con el alma desnuda en las rosas,
esperando, quieta…

 

La roca inquieta

Besa, besa, mar, mi piedra ardiente;
yo soñé con viajar, viajar,
y estoy atada a la tierra eternamente.

No tengo otro horizonte
que aquel que tú me pones en los ojos,
ni sé de otras arenas que éstas,
que tú traes y tú llevas.

Acaso estás celoso de otros besos,
porque el sol y la luna también besan,
pero no tienen voz y es tu murmullo
el que trae las voces de otra tierra.

Besa, bésame, mar, y en cada beso,
arráncame un pedazo de alma inquieta.

 

Babel

«…y era entonces la tierra de una sola lengua y de las mismas palabras…»
y entonces fuimos uno.

…y vinieron los siglos
y los siglos pasaron…

Ya nunca más tus sienes supieron de mis manos;
bebías tú de otras fuentes,
yo confundía mis cántaros.

Hoy, si pudiera decirte
de la curva de mi espalda,
tus hombros junto a los míos
harían cargas livianas.

Si tú pudieras contarme
de la sombra de tus párpados,
ventanas para tus ojos
serian mis ojos anchos.

Has bebido de otras fuentes
yo he confundido mis cántaros
y somos dos, ya no uno:
hoy no podemos hablarnos.

 

Dolor de la ausencia

Cómo duele tu cuerpo cuando alientas ausente.
Tus ojos y tus manos,
que yo llevé en mis ojos, poblando atardeceres,
ahora son extraños,
y duelen.

Cómo duele la sangre en los latidos
que dicen la existencia,
me duelen tus pupilas.
Prendidas a mi carne las he sabido mías
y ahora son ajenas.

Cómo duelen las risas que no son carcajadas
y quedan suspendidas
y duelen las palabras que nunca fueron dichas,
me dueles en las curvas vacías de los brazos
y en los besos sin besos
y en los labios frustrados.

 

Búsqueda

He buscado en tus ojos,
caracoles sombríos,
y no he encontrado nada.
Sólo mis dedos mansos
bebieron en tus manos
la ternura que ansiaban.

¿Por qué miras y callas?
¿Te huyen las palabras?

¿Acaso aquellas lunas
que encendían tu pecho
apagaron su brillo
en este diario andar?

Dime, amor, que no tema,
que sólo se durmieron.

Y un día, al estrecharse
tu cuerpo con mi cuerpo,
dirá tu voz dormida:
Amor, la luna ha vuelto.

 

Mensaje último

Sacadme del camino, posadme entre la hierba
si está mi cuerpo herido.

Que piedras trabajadas por las manos extrañas,
sin amor de los hombres
no me acojan dormida.
No crecieran mis manos pescadoras de estrellas
no alcanzaran mis brazos dimensión infinita.

Partid, dejadme sola,
como un vagón desnudo, despojado y abierto,
mi corazón vacío.

Partid, dejadme sola, dormida entre la hierba,
que carne de mi carne yo haré mi cuerpo tierra,
mis lágrimas, rocío.

 

Perspectivas

…y junto a tu rostro
otro,
y otro, y otro…
y todos son uno
al tocarme los ojos.

Cien rostros que acusan
mil rasgos distintos,
que en mi perspectiva
se dan como un todo.

Y todos son uno,
el tuyo,
tu rostro.

 

Dualidad

A veces, tan cobarde,
cubriera mi cabeza con cuévanos profundos
y no supiera nada,
y otras, tan osada,
prolongaran mis manos su caricia infinita
para alcanzar un mundo.

De miedos y osadías forjadas mis palabras,
valiente algunos días
mostré al alma desnuda,

abierta, tan abierta,

y otros, tantos otros,
oculta en esta inercia,
tan silente y cerrada.

 

Retorno

Las formas se abstraen, la voz se silencia,
las manos, la carne se tornan ajenas
y dicen mis ojos los años del tiempo.
Soy joven y eterna.

Por siglos y siglos se funde mi cuerpo
en un beso salobre de mar y de tierra;
por siglos y siglos soy agua que fluye
hacia el gran solitario
torrente perdido;
soy río y soy luna mecida en sus brazos.

Y al volver el alma al silencio primero
retorna a la sangre la vieja conciencia:

Mujer, nací amor al comienzo del tiempo
y en mi carne nueva llevo sangre antigua
a la vez soy joven.

Soy joven y eterna.

 

Desmateria

La sombra danza en el viento
vertiendo noche en su copa;
el viento lleva en su danza
cien cascabeles de sombra.

Y en la noche de la angustia
(viento-noche, viento-sombra)
mi cuerpo se desdibuja.

Las manos del viento cubren
con su abanico mi boca.

Ya no vengo del pasado,
ni soy presente, ni ando
para alcanzar con mis manos
lo que nunca llega. Vago.

Mi cuerpo no tiene forma,
mi corazón es un canto.

La noche danza en el viento
y el viento canta en su boca.
En mi noche de silencios
la soledad tiene notas.

 

Diario andar

Cómo seguir escribiendo, Señor,
si tú me entregas
la vida abierta, abierta…

Si el sol besa mis labios…
si un día no lo alcanzo
a vivir, cuando otro día
se muere entre mis brazos.

No sé, Señor, qué hay
en este andar y andar;
estoy aquí,
no resto,
me abalanzo.

María Antonieta Humeres de Doring
chilena