Soy una reliquia

Soy una reliquia del pasado
y un libro abierto.
Si me tocan sangraré
si me dejan caer me romperé
si me tomo un par de tragos perderé los estribos
y habré rodado al fondo del abismo.

Antes tenía todo y era feliz
ahora solo tengo de todo
y estoy muriendo.

Nuestras vidas parecen botellas vacías
cabeceando en el mar.
Nuestras muertes
parecen mentiras gachas
ilusiones inciertas.

¿Qué son la verdad y la esperanza?
¿Qué son la revolución y la literatura?
¿Esta mierda de muerte
este homenaje
esta posteridad
este cansancio?

Oscuros guerreros de Paramaribo
vienen a buscarme.
Negras de Lorenzo Márquez
me sacan la lengua
traquetean sus calaveras rituales
y desfilan delante de mi cruz
sus tetas de oro.

Un laberinto de rezos
aproxima los rizos
de mi raza ancestral.

Como un viejo calamar
resbalo por la red
destinada a atraparme
pero todo es injusto y amarillo.

El hueco en la arena
nuestra copa de vino
nuestras miradas ardiendo en Casa Blanca
y hundiéndose en el mar.

Díganle al líder de la manada
que no hay trato
que yo ya estoy demás
y tengo frío.

A la hora de Pandora
simulacros de adioses
desmarimban distancias.

¿Cuál es mi relación con los afectos?
¿Cuál mi íntima amistad con la alegría?
Un piano arremanga su cola
para tocar en mi velorio.

Las cantoras afinan con amigos su infinita tristeza
pero yo quiero recordar róbalos amorosos
mandíbulas cetáceas
trasegando ahogados
agudos tiburones croando dentelladas.

Toda la sal en mi ojo
todo el yodo materno
chorreando en mi costado
toda la piel al sol de un hombre bueno
conduciendo su muerte...

No es día ni lugar para espantarse
Solo un rostro
que no puede ponerse en una foto.

Fernando Artieda Miranda
guayaquileño; 1945 - 2010