Suponer que la antorcha matutina
sólo es la piel con que la sombra muda.
Suponer que la rosa se desnuda
para ocultar su desafiante espina.
Suponer que al amor y la rutina
para fundirse no les falta ayuda.
Suponer que el fantasma de la duda,
tras el misterio de la muerte, atina.
Suponer que la vida que nos tiene,
ya ninguna respuesta la sostiene
porque sólo de sombras se alimenta.
Y si sólo el morir no se supone,
ya no un porta que Dios nos abandone
ni importa ya queja esperanza mienta.
Gonzalo Espinel Cedeño
guayaquileño; 1937-2019