Soneto a una señorita Vigilante

Señorita, lo digo plano,
yo entiendo la situación:
lléveme, no más, al canchón,
pero cogidos de la mano.

Vigilante ojos de fiera,
no he venido a quejarme,
puede usted a mí citarme
tantas veces como requiera.

Cómo podré presentar queja,
su autoridad me abulta;
veo en usted una compleja
pasión que uniforme oculta.
Acepto mi culpa si deja
su teléfono tras la multa.

Guayaquil, 12 de agosto de 2015