Me ha bajado un collar de lentejas...

Me ha bajado un collar de lentejas
lo he colgado en mi muelle corto de mar.
He dejado un sombrero ausente fingiendo por mí.
Busco suerte bajo el brazo.
Flamea el ratón
dejando centavos a los amigos que pegan y pasan.
El puente se ha quebrado y las cáscaras de huevo
se las llevó el burro hacia Belén.
Me iré al amanecer alargando el juego y seguiré mirando de frente
como si todavía tengo derecho.
Ser esto no es fácil.
Dejar rastros agónicos
luces prendidas para que no puedas dormir
y veas cómo la silueta que creías poseer
se te desaparece del brillo que dejan todas las sombras.
Vuelvo a sonreír sin detener mi paso apresurado
y regresas a la esquina de la cama
entre sábanas remangadas
Si vuelvo, ¿dónde queda la crueldad y la ciudad
que me llenan la boca y me parten el labio?
Queda trastornada, trastocada,
se pierde ante el ruego de la vida.
Olvidé donde queda el corazón y Sus palabras lindas,
pero esto es lo más completo que llego a reunir.
Ser esto no es fácil.
Solo me queda seguir mirando de frente,
como si pudiera hacerlo.
¿Donde quedó el amor que es para siempre?
Se fue a las seis,
dejándome con la lengua a tiemblas,
sin lágrimas al respecto y vómitos quemados.
Se me fue la maravilla, la blancanieves
dejándome tatuajes hadas y flores de loto.
¿Acaso me voy a seguir muriendo,
acaso puedo?
Donde esta Seagal y la Historia de amor?
¿Porqué sólo tengo antologías?
Sólo sé que la ausencia es la peor libertad,
que me patearon el bastón.
Sólo pido una monedita de rencor, el puñal con que me coronaron,
una muerte Extra, el gato apaleado
y no volverme a ver.
Porque en el mundo ahora mando yo
y no puedo dormir soñando con libélulas en mi nariz,
por cuidar la angustia cansada
de tanto esperar el fin de la estupidez y vergüenza ajena
Los austeros decimos que el peor pecado es arrepentirnos.
Los dioses se me borraron para irse al cielo de otros,
dictando que esto es tan sólo mi problema
y de los que existen.
Recorro mi rostro entristecido por la alegría de mañana.
Y si nadie llora por mí, me va mejor.
Con los ojos hundidos en el antojo de retener sus nombres
y releyendo sus pecados, gozo el olvido.
Me están buscando para matar.
Ya escucho los cantos,
tienen miedo de mirar atrás.
Relinchan por esperanzas sabiendo que solo perpetúan
el pasado ventivo de mi abuso de poder.
Malditos sean misterios y logros, por ser pocos.
Luzco enferma amarillenta, verdosa, morada,
eso piensan.
Ya puedo ver cómo se van acercando con el látigo por detrás del cuello,
¡a que corro ms rápido, a que los hago desaparecer,
a que me quieren creer!
Mi castigo eterno será mi voz y sus escarabajos
yo no hice nada,
se los dicto desde hoy.
Me voy a primera luz esquinera,
apta para recordar manzanas ajenas,
para estar madura
para saber que tengo y juego con la conciencia,
que sonrío y me visto.

Renata Artieda Centurión
guayaquileña