Suponga que yo estoy
desde temprano escondido en su clóset.
Que ustedes (tantas cosas que tiene que hacer)
no lo nota.
Se desviste
empezando por el brassiere.
dos colinas pequeñas aparecen ante mis ojos
luego su vientre, oscuro y definitivo,
luego sus piernas largas y delgadas,
después su sexo brillante como un saxo.
Suponga que usted se pone su ropa de cama,
(apenas mira hacia donde yo estoy).
Se acuesta, sueña con príncipes encantados,
con poetas que aman desesperadamente a las mujeres.
Suponga que se duerme.
Ahora imagine que yo salgo de mi encierro,
que la toco a mi gusto
cinco dos veinticuatro veces.
Suponga que usted no siente,
que abre los brazos para alcanzar la almohada
y soy yo.
Suponga que nos amamos,
que mientras lo hacemos nos contamos historias:
yo las mías la de mis viajes por el mundo,
usted de la suya
la de su pequeña vida.
Pero no, yo estoy en mi cuarto
usted está en el suyo,
se desviste, se acuesta, y se duerme,
sueña con el día de mañana
(con lo que pasará).
Yo dejo el libro sobre la mesita de noche,
escribo este poema y viene el sueño
y tiene tus ojos.
Jorge Velasco Mackenzie
guayaquileño; 1949-2021