Bien sabes, ¡oh madre!, que en mi poesía
–arrullo, plegaria, gemido, oración–
me vierto yo miso, me vuelto armonía
en la voz sonora de mi honda canción.
Yo tengo mi libro formado, ¡oh María!,
con las fibras mismas de mi corazón,
que hoy rotas exhalan clamor y agonía
si quiero pulsarlas para mi canción.
Esta vez tu mayo querido refleja
su lumbre en la sangre que vierte mi herida
y encuentra en el alma tan sólo dolor.
En vez de mi canto recibe mi queja,
tan pobre, tan triste, tan honda y sentida:
¡no tiene otra ofrenda que darte mi amor!
Manuel Coello Noritz
gualacense; 18??-1967