Oblación

Ya no tengo qué darte, Jesús crucificado.
Mi juventud se ha muerto, mi dolor se ha agostado.
Ya no tengo qué darte, porque todo lo he dado.

Y hoy que quisiera que todo por Ti sea,
¡el arrepentimiento mi corazón golpea,
sensitivo y romántico lirio de Galilea!

Yo tuve un gran amor… Fue una pasión sin nombre
que no la dije a nadie, para que a nadie asombre….
Y queriendo ser niño me olvidé de ser hombre!

Fue una mujer que vino como un milagro… Bella
más que toda la euritmia sentimental… y ella
complicó mi destino, fatalizó mi estrella.

Le di todas mis rosas una noche de luna…
En silencio se fueron muriendo una por una…
Y ves como el rosal ya no tiene ninguna!

Sólo queda una ofrenda: La vida me ha quedado.
(Piensa que todas las veces todo un cielo estrellado
no vale por la angustia de un corazón gastado)

Te daré, pues, mi pobre sarcófago vacío.
Tú has de poner calor donde hace mucho frío
y una flor en sus yermos arenales de hastío.

Tú que en pleno martirio santificaste el llanto,
y a tu padre pediste, con inefable encanto,
perdón por la tragedia de tu madero santo,

haz que amor no resista y que mi fe se encienda.
Descorre de mis ojos esta mísera venda
tus manos milagrosas, tus manos de leyenda

Y si todo es dolor… que todo por Ti sea.
El arrepentimiento mi corazón golpea,
sensitivo y romántico lirio de Galilea!

José María Egas
mantense; 1896-1982