Bien sé que he de poder lo que tú quieres
y que, sin tu querer, nada podría;
que sólo es de razón lo que me dieres
y no lo que esta incomprensión querría…
Entiendo que soy yo… ¡porque Tú eres!
¡Siempre fuiste y serás! Sin ti no habría
ni ritmo en el concierto de los seres
ni gravedad en la conciencia mía.
Y no sé cómo sé… Ni cómo enciendo
las hogueras de amor con que pretendo
forzar el Tabernáculo sagrado…
Pero intuyo, vidente, a mi manera,
que al cerrar estos ojos, cuando muera,
se han de abrir a Jesús glorificado.
José María Egas
mantense; 1896-1982