En los senderos húmedos del alma
hay una planta corrosiva, insana;
tiene por savia lágrimas ardientes
y son sus frutos la desgracia humana.
Los ventisqueros del dolor sacudan
de los tormentos sus corolas rojas
y entre las frondas de la angustia abundan
de los pesares las marchitas hojas.
Desolación se nombra aquella planta
de raigambres extensos y profundos;
como es orquídea de las almas, crece
más allá de los cielos y los mundos.
Elisa C. Mariño de Carvajal
guarandeña; 1894-1977