Cruzar de la existencia la corta travesía
palpando la nostalgia profunda del vivir,
llevar el alma henchida de anhelos imposibles
y en cada sol que alumbra sufrir y más sufrir…
¡Oh Dios! ¿Es este el sino del podre ser humano?
¿Acaso hemos nacido esclavos del dolor?
Si todo ha de brindarnos amargo sufrimiento,
reniego de la dicha, la gloria y el amor.
Felices esos seres cuya alma está dormida
sin fibras que palpiten al son del sentimiento,
que siguen inconscientes la senda de la vida
cual pétalos errantes llevados por el viento.
Envidio yo a las flores que brotan en el prado,
hermosas, hechiceras, fragantes y divinas;
quizás ellas no sepan de acíbar y dolencias
ni sientan a sus plantas punzar crueles espinas.
Quisiera transformarme en un rayo de luna,
viajar por las alturas, como un jirón de aurora;
hacer un espejismo de mi ilusión ardiente
y un caracol muy hondo de mi alma soñadora.
Un caracol que gima, que cruja y se retuerza
al son de la borrasca de mi secreto anhelo;
que de las almas buenas me traiga los rumores
de afectos y caricias, ternuras y consuelo.
Y cuando se hunda ufano como un coral marino,
en el ignoto caos de un mar indefinido,
como una tenue sombra, como un esquife roto,
llegar a las regiones del enlutado olvido.
Luz Elisa Borja Martínez
riobambeña; 1903-1927