Sin hijos

Mis senos son dos pomas
hechas de rosas y de candeal moreno;
parecen dos palomas
bajo el dombo carnal de un friso heleno.

Veneros de pasión y de ternura,
jamás tuvieron el licor de vida
que da a otro ser dulzura,
savia y calor de rama florecida.

¡Señor! el hijo de mi amor no vino,
quedose entre las flores como nota
de algún cantar divino;
quedose en mi sendero
como el hilo brillante de una gota
que regleja en mis penas un lucer.

Hijo: las puertas de mi hogar abiertas
te esperan cada día;
te busco a veces en las cosas muertas
y en mí misma te busco todavía.

no vi nunca tus ojos, dos estrellas
en la noche de mi alma suspendidas;
sus manecitas bellas,
¿en qué regazo vivirán dormidas?

Amado mío, amado, este delirio
de mi pasión y mi alma atormentadas,
también de tu alma es pernal martirio:
¡Nunca dejamos en su frente un beso!
Nuestras horas de angustia, ¡qué calladas!
y en ellas mustio el corazón preso…

Y torna lo de siempre: en los oteros
se renuevan los vástagos floridos,
se entretejen de rosas los senderos,
se oyen otros cantarse en los nidos…
Y yo busco llorando esos luceros
en la noche de mi alma suspendidos
que en mis sueños de amor son mensajeros
de otros ojos de sombra… adormecidos…

Él, ¡como espero en el hogar que ría,
que se estremezca en mis rodillas, puro,
como un sereno reflejar del día!

Los dos besamos nuestros labios quedo,
nuestras sombras proyéctanse en el muro…
¡quizá también tenemos al besarnos miedo…!

María Natalia Vaca de Flor
ambateña; 1878-1955