Por la rara tibieza de tus manos,
por el rítmico río de tu verso,
mi fiebre destruiría al universo.
Yo que digo a los hombres: mis hermanos.
Por tu talle de sílfide en desvelo.
Por el milagro de tus ojos pardos,
combatiría con mis pobres dardos
contra las fuerzas de Satán y el Cielo.
Por la magia doliente de tu vida,
en asesina loca convertida
disputaríale a Caín la palma.
Hasta que sólo quede sobre el mundo
el edificio de mi amor profundo
desmoronándose a los pies de tu alma.
Ileana Espinel Cedeño
guayaquileña; 1931-2001