Pongo mi rosa roja sobre tu campo verde
para unir tu cielo azul a mi mar blanco.
Y en tu corona de laurel más alto
veo depositar al sol su luz en arco.
Te he medido
como miden las torres tus amplias catedrales
y como el muelle mide la ruta de tus naves.
Te he mirado
como se mira a lo supremo en los altares.
Y no me basta
que quisiera se cerraran mis ojos contemplándote
y se secara mi voz llamándote.
Línea de cristal
tallada en el perfil de un ángel,
hoja de aurora en el primer segundo del día,
hilo de fortaleza en todo un mar de sangre;
inmortal himno de inmortal grandeza.
Vicente Espinales
portovejense; 1940