La voz del río

La voz del Río es lenta, la voz del Río es grave,
el Patriarca barbudo viejas historias sabe.
Hay en las vibraciones de sus rudos acentos
ecos de tempestad y rugidos de vientos
y voces de las nieves de los montes lejanos
en las límpidas fuentes y en los negros pantanos,
el agua que fue nube y el agua que fue hielo
se dicen en secreto la nostalgia del cielo.

Él conduce armonías de la virgen floresta
y los gritos de angustia de la quebrada enhiesta;
él lloró en las cascadas y rugió en el torrente
y lanzó en el arroyo su canción estridente;
recogió el perfume de las vegas floridas
y arrulló el ensueño de las ninfas dormidas;
acompaña en sus trinos a las aves canoras,
en los himnos triunfales de solemnes auroras;
el fulgor de los cielos en sus ondas retrata
atraviesa los valles cual serpiente de plata,
y, al morir de la tarde el soberbio decoro
es un canto de luces y de sangre y de oro.

Yo te adoro ¡oh mi Río! poderoso y bravío
luminoso y alegre o implacable y sombrío;
porque alientas la fuerza, porque llevas la gracia,
porque nada detiene lo fatal de tu audacia;
y a los montes asaltas y perforas las rocas;
tú derribas colinas y macizos derrocas,
tú fecundas los campos en las inundaciones
y arrastras las malezas en lentos aluviones,
y en el vórtice turbio, con el mismo objetivo
va mezclada la arcilla con el oro nativo...

Poderosa corriente que la tierra te llevas
a un remanso lejano a formar islas nuevas,
con la gran sinfonía de tu largo camino,
vas cantando la historia del humano destino;
como el agua en el valle va el espíritu humano
persiguiendo incansable la amplitud del Océano;
la raza de los fuertes su camino se fragua
con empuje constante, como trabaja el agua,
y, en su ciega corriente, va venciéndolo todo;
pero hay muros de rocas y hay macizos de lodo;
y hay un himno potente que de lo alto se escucha,
que es murmullo en el Río y es fragor en la lucha:
por eso cuando el agua su epopeya nos cuenta,
la voz del Río es grave, la voz del río es lenta.

Wenceslao Pareja
guayaquileño; 1880-1947