Regina pacis

Nadie tiene tu voz, nadie el acento
grácil y melodioso que tú tienes.
Nadie ese leve susurrar de viento
que toca mis oídos y mis sienes.

Que toca mis oídos y mis sienes
cuando dices mi nombre verdadero
y juntos, Madre, recogemos bienes
como rosas el viejo jardinero.

Nadie tiene tu andar. Nadie tu paso.
La vibrante oración de tu regazo.
La dulcedumbre ungida de tu faz.

Yo en ti venero tutelares climas.
Mi lira en tu loor tañe sus rimas.
Y hay en mi corazón latir de paz.

Tomás Pantaleón
guayaquileño; 1920-1988