El perro y los ratones

En tierra no distante.
no ha mucho sucedió
un caso, quo al instante
a referir voy yo.

De casa abandonada
en huecos y rincones
hicieron su morada
los tímidos ratones.

Gozaban en buen trato
de vida sibarita,
hasta que cierto gato
les hizo una visita.

¡Oh qué temor sintieron
al ver la cruel matanza!
De horror se estremecieron
creyéndose en la panza

del gato que implacable
devora la colonia,
y en tragar insaciable
no gasta ceremonia.

En lóbrego escondrijo
buscaron su guarida,
y el gato los maldijo
por no tener comida.

Al fin de largos años
al gato ahorcó un vecino,
cansado de los daños
que le hizo de continuo.

¡Qué grita levantaron
entonces los ratones!
¡Qué espíritu mostraron
dejando sus rincones!

Cada uno ponderaba
su heroica valentía,
y altivo se ensalzaba
y el lauro se ceñía.

–Por mí –decía el primero–
dejó el tirano al mundo.
–Dad gracias a mi acero
–gritábale el segundo.

Oyendo esa batalla
un perro, mal sufrido,
les dijo: «vil canalla,
dejaos de tanto ruido.

»Huís, gente cobarde,
del enemigo al frente,
y aquí hacéis alarde
de corazón valiente.

»Sabed que en la pelea
se prueba el valeroso,
sólo en paz vocea
el ánimo medroso».

¡A cuántos liberales
hablarles yo pudiera
en términos iguales,
si perro me volviera!

Junio de 1846

Gabriel García Moreno
guayaquileño; 1821-1875