Recitados la clara tarde de mi boda
I
Seca la tinta, sigue pesando
más el compromiso que la firma;
sobre lo que el corazón confirma
de nada sirve seguir rumiando.
Digo, ya de antes iba dado
todo eso que soy y eso que tengo;
que hablar de frente es mi abolengo
y un beso mi cariño ha sellado.
Por otra parte, igual prometo
seguir buscando la forma justa
de afinarme en ser lo que te gusta
y dejar mis manchas al boceto,
y por mi parte pido –a conveniencia–
luz, dulzura, caricia y paciencia.
II
El sosiego de una mano fría
llega a esta cabeza caliente,
una risa a la tarde atavía
y una brisa acaricia mi frente:
es la de «esta sábana es mía»,
es quien sola aprendió a decir «pana»,
la voz que dice con picardía
«nadie me ha abrazado esta semana»;
la que de la rana desconfía
cuando recibe su sana-sana,
«tú dile que sea para hoy día,
que no lo deje para mañana»;
esa que cuando ya está dormida
me pide que le lave los dientes,
quien de travesuras ya aburrida
duerme cual todos los inocentes.
III
Aunque ha vivido ya en tantas ciudades,
solo tiene este amor un domicilio,
un abrazo sita en estas dos mitades,
un beso en el que habita este idilio.
No es Newcastle, Floridsdorf, La Rochelle,
ni si quiera es Guayaquil la bella:
está envuelta en un cariño de miel
esta casa a la que el amor hoy sella;
es la casa del «abrázame fuerte»,
la casa de jugar a perseguirnos,
la casa que sólo es tranquila al verte,
casa para conversar y reírnos;
casa donde dejando de ser para otros
podemos empezar a ser nosotros.
IV
Era como la alegría del viento,
venía ligera, como las flores,
cálida y fina, vestida de albores,
era suave en su trato, suave en su acento;
es hoy de una traviesa picardía,
un susurro, una chispa, un vuelo,
una preocupación que es también anhelo,
sutil fuerza y secreta osadía;
Será la flor central de este, mi huerto,
la más mimada de las melodías,
la consentida de la gallardía
que haciendo agravios endereza entuertos;
era, es y será el puro epicentro
donde yo con la alegría me encuentro.
Jorge Luis Pérez Armijos
guayaquileñó; 1987-