Relincha el sol

Primer premio compartido del Ismael Pérez Pazmiño de 1996
Dijo una voz
hágase el vino
y tu piel fue hecha

De las bebidas espiritosas

En lo que te concierne
eres una bebida espiritosa:
tu pelo hilos de whisky
y en lo demás
el zumo de la flor de la vida.
Bien o mal enseñado
mi paladar es exigente,
cuando bebo es otra dimensión,
mi sangre pasa a ser
pájaro de alto vuelo,
el resto es la resaca
donde joden en forma los demonios.
Entre la chicha compungida,
el rico Ron vulva de negra,
el Vodka, los Coñaques,
los Mostos que me halagan,
(ahora recuerdo,
Dionisio hijo de puta
por un casi
te bebes todo el vino),
si me sitúan
entre la espada y la pared,
si tengo que elegir,
vuelvo y repito,
entre Jerez, Cerveza, Pisco
o aguardiente
que hace cosquillas en los huesos,
porque es un trago noble,
porque no da chuchaqui
y no acata a los nervios,
porque se toma seco
y da más ganas,
para beber beber
tu piel degusto y punto

 

Entre la gente y el humo de los carros

Desde Quito
hasta el fin de la tierra
yo caminé tu piel,
en ella me interné,
me la aprendí al dedillo.
En ella caí en éxtasis,
de nuevo volví en mí,
me di las vueltas,
apaciguado a veces;
a veces desbocado,
lúcido hasta no más poder,
sonámbulo, enviciado,
ensimismado, entimismado,
con el tacto borracho,
viviendo en la candela.
Un día
cuando salía el sol
por donde nunca,
con estos ojos
que han de hacerse tierra
yo vi como en tu piel
pastaban las palabras.

 

El nido de las preguntas

¿Con cuántas gotas de agua
se hace un mar,
con cuántas muertes pequeñitas
es la muerte total.
revolotea
amasa juicios de valor,
consulta el calendario cósmico,
se enternece tu piel,
habla como la mía
le falla la memoria,
en qué idioma se entiende
si se entrena a otra piel.
Canta, con qué licor pierde el sentido,
escucha a través de las paredes,
sale de viaje cuando se duerme el cuerpo,
te hace reclamos,
tiene ansiedad,
me sueña,
en qué forma le atacan las ausencias,
sufre de pesadillas cuando en tu piel
se hace la noche.
Cuando se suda la piel llora por alguien?

 

Frío del 27 de octubre

Abrázame con tus brazos inéditos,
con los descomunales brazos del instante
en el que cabe todo el Universo
en su tic tac, las yemas de las flores,
los electrodomésticos, el big bang,
la exultación, los niños.
Abrázame
como la última posibilidad y la única;
irreversiblemente obsécate,
no titubees,
nada nos llevaremos de este rato
porque también aquí morimos poco a poco.
Abrázame con tu nombre;
pajarito que brinca las mañanas
en las enredaderas de mi sangre,
con las manos que aún no te han nacido
pero que las escucho
como se escucha soliviantarse al vino
en los barriles.
Como razón suprema abrázame,
anúdate, transvásate
como si fuera a irme
y no quisieras que me fuera.
Que nada mío quede aparte,
ni la música «Choro de saudade» que me adula,
si las ideas sin cabeza,
ni lo que quise tener y nunca tuve,
ni lo que quise amar
y acabé repugnando,
ni mis adentros
donde solloza un individuo
frente al cadáver de una fruta.
Para jamás quitarlos
instálame tus brazos,
rescátame la espalda,
sálvame la cintura;
con tus ojos abrázame,
abrázame con mi nombre y apellido,
abrázame con tus tobillos,
abrázame mis viajes
que al nacer se pasmaron.
Abrázame el meñique y la sordera,
el último libro que leí,
el disimulo con que miro a la muerte.
En mí personalízate;
tus brazos son distintos
a cuerpo de rey me tratan,
que quede claro y de una buena vez
que nos fundimos.
Abrázame con el olvido.

 

Tu piel es todo

Rosa de doble filo
es tu piel en mis manos,
si me diriges la palabra
haces circuito en mí;
me consta cuando el mar
te huele desde lejos.
En las calles del mundo
pudre su carne el día.
Es tiempo de elecciones,
más de lo consabido,
la pende se hace idiota
y mientras tragan piedras de molino,
mienten los otros,
infantilmente mienten,
por cada diente mienten,
sólo tu piel es de adeveras.
Aunque no es mi costumbre,
porque alabanza en boca propia
es vituperio,
amo a rabiar mi tacto
porque mi tacto te ama.

 

De la sobrevivencia

Los días son autófagos,
con hambre canina
se devoran sin contemplaciones.
A nuestro paso las cosas se derriten,
la dentadura
va cayendo muerta;
pero tu piel,
encima de todas las apuestas,
en contra de todos los pronósticos,
a todo sobrevive.
Tu piel
orquídea que me azuza,
cariciosa, vivita,
gamuza reincidente.
En el peor calor
fresca tu piel
y en el frío más negro es tibiecita.
Tu piel
la única excusa de mi piel.
Tu piel
que no es cualquiera
en los malos momentos
me ha salvado.

 

Y me fui por el mundo

A hurtadillas
se da a la fuga el día.
El amo es una sustancia pegajosa
que se mete en nosotros.
No soy cortés
recaigo a diario
en la inutilidad de decir «buenos días».
Con inusual frecuencia
me muerde la cabeza
en los talones
y el corazón me da la espalda;
pero soy necio y sigo;
palabras más,
palabras menos,
palabrejas.
En el cielo relincha el sol,
en las calles
el viento está loco de remate.
Exacto
un día como ahora
oí el canto de sirena de tus nalgas
y me fui por la vida
persiguiendo ese canto.
A zultano,
a mengano,
a cualquier transeúnte
preguntaba de ti la tartamuda de mi piel
y así se consumían las semanas,
las ganas locas de beber,
los plazos,
la vesícula;
así
hast un millón de veces
darme la vuelta al mundo,
hasta que me desconcentré y perdí el hilo
y te perdí
porque el asombro
cuando es reincidente
se hace trizas
y la belleza es sólo un soplo.

 

Conversatorio en la noche

I

De tu cuerpo platico con mi cuerpo
y en ese ir y venir
domestico a la noche
y la exorciso;
soy necio perdedor
a tu cuerpo barajo entre mis dedos.
Por más que haya incidentes,
discursos cursibrutos, mareas con petróleo,
fluctuaciones del dólar,
por más que cruce una luciérnaga
cabalgando a un caballo
o den noticias frescas
no hay de qué más hablar,
no hay otra cosa que interese.
Mi cuerpo habla de ti,
mi cuerpo es un dipsómano del tuyo.
Nunca puse en tela de duda:
revolotea tu cuerpo
adentro de mi cuerpo.
Para mirarte sin interrupciones
cuando ladra la noche
enciendo mis palabras.
Sentados a la mesa
mi cuerpo y yo
charlamos de tu cuerpo
hasta caer rendidos
y aún durante el sueño
continuamos haciéndolo.

II

Yo anduve
yo no anduve,
en eso de encontrare
en más de una ocasión me di por muerto.
Yo animal calcinado
tú eras dueña del agua.
Tu cuerpo radical,
imperecedero,
musita en mis oídos,
vuela y trepa por mis vértebras.
Aunque golpea el frío,
acaloradamente
de tu cuerpo converso con mi cuerpo.
En la ventana se abate la neblina.
Amanece
no quiero que amanezca,
entre tu cuerpo
y el bramar de la vida
una pared de roca transparente
pone la luz del día.

 

Sábado

Que ya pasa la raya,
que ya se ha especulado tanto con tu piel,
dirán que me repito;
a cada instante
quién no es repite.
Dirán que es contumacia,
doblemente porfía,
que hay que ceder el paso
a las prioridades;
pero hazte cargo
los eructos del mundo
por la una oreja me entran
y por la otra me salen.
El tiempo arrastra todo
pero se queda aquí sembrada
tu piel
gatillante,
tu piel que agarra a la primera copa;
gacela que salta entre mis manos,
puente colgante
par que desde mí
vaya a tu lado.
De quién depende,
qué durara todo esto,
el tiempo que se demora el sol
cuando las tardes en el mar
se clava de cabeza
o lo que dura el suspiro de una abeja
que se suicida con su propia miel.
Pienso en piedra
y digo seda,
quiero diagnosticar enfermedad
pero aparecen flores en mi boca.
Ahora mismo me veo obligado a interrumpir,
una campana me llama al lado tuyo,
la sonora campana de tu cuerpo,
cantando a coro con el día,
arengando a la vida.

 

Estertores del 2 de diciembre

De gana dices mío,
en el fondo
nada es de nadie,
el asunto es que estamos ahogándonos
y desesperados buscamos agarrarnos de alguien,
eso es todo;
por eso
para no crear falsas expectativas,
con el afán de cortar por lo sano
yo les tuerzo el pescuezo a tus palabras,
cimbran,
percuten,
en mí se encarnan,
hasta que llega un rato
que no sé quién es quién.
Cuando me oigo te oigo,
mis oídos se beben tus palabras
y saturado,
repletísimo,
cállate ya digo a mi piel,
estoy harto de tanta jerigonza.
Tacto, lengua,
instinto, olfato,
pulmones que me estallan,
rodillas que me crujen,
para qué tanto escándalo,
¡cierren el pico ya!

 

En mala hora

Siempre hice de tu espada
muro de las lamentaciones.
El tiempo nos remuele.
Te vi,
me comparé,
me vi,
veinte años no son pelo de cochino.
Volví a verme
y era para pegarse un tiro;
no era vana curiosidad,
quería cerciorarme
cómo la vida se encarnizó contigo,
cómo de desfiguró,
cómo de puso el pie,
cómo abusó y te hizo trapo,
cómo de dejó el alma
como nariz de boxeador,
cómo se te encorvó la risa,
cómo se derrumbó tu piel
cómo mejor… mejor me callo.
Cuando me cuentas cosas tuyas
a mal palo de arrimas. A mí también la vida,
la pudridera a mí también.
No todo lo que brilla es oro;
nade sabe lo te nadie.
Yo te entiendo
hay ratos que se desploma el cielo,
que al aire,
le falta aire,
que llega el fin del mundo,
que ante tanta evidencia
no hay consideración que valga
ni argumento que auxilie.
Igualito que a ti,
a mí también la vida,
a mí ídem, ídem.

 

Después de todo

Contra Natura es,
comete un sacrilegio
quien cierra el paso al viento.
Las alambradas,
los muros de contención,
se desbaratan
cuando hace fuerza el viento.
El amor es un ave domesticada y todo
es un ave,
las aves no se casan
no firman en papeles,
ni se ponen anillos;
desovillan los días
y el viaje es su sustancia.
Quien esto contradice,
quien interpone obstáculos, quien hace ligaduras
se maniata a sí mismo,
se cercena las alas.
La obligación
es de cemento armado,
el hábito es el corral
donde perecen todas las sensaciones.
La costumbre es la asfixia en cuentagotas.
Por qué el amor
ha de ser una exigencia,
una deuda,
un ave embalsamada;
por qué las anteojeras,
por qué los dueños de la vida
tienen que programarnos,
por qué matar a la gallina
de los huevos de oro.

Euler R. Granda
riobambeño; 1935 - 2018